México, D.F. / Octubre 24.-
América fue visitante, un intruso en su propia casa y Guadalajara le ganó el duelo en la tribuna. Lo colores rojiblancos coparon las gradas del Estadio Azteca, el grito de “Chivas, Chivas” opacó a las porras azulcrema y sus bombos sonaron tan fuerte como el latir de sus corazones.
El Coloso de Santa Úrsula se llenó lento, pero tuvo un aforo aceptable para un clásico, con cerca de 85 mil aficionados que se tradujeron en la mejor entrada de este inmueble en el torneo.
Así, los deseos del estratega Alfredo Tena se cumplieron: Pudo ver el templo águila repleto, con el detalle de que la mayoría de los asistentes apoyaba al cuadro tapatío. Y es que el graderío era un enorme tapiz rojiblanco.
Esta situación astilló el orgullo de los jugadores águila, pues confiaron durante la semana en ver abarrotado su estadio de seguidores azulcrema.
No pudo ser, y los emplumados se quedaron con las ganas de desplegar en más pupilas su playera conmemorativa por el cumpleaños 95 del América, además de adoloridos, pues la ausencia del pueblo amarillo en las tribunas es una prueba de que ni la goliza pasada ante Monterrey ha podido remendar el resentimiento hacia el equipo.
La irreverencia fue aliada de la afición rojiblanca. Silbidos y bullicio impidieron al capitán de las Águilas, Aquivaldo Mosquera, dar un mensaje en el micrófono. Y cada vez que las chivas “toreaban” a un jugador emplumado se escuchaba el atronador “olé, olé”.
Afuera, en la vendimia, las playeras reflejaban los deseos de la tropa local: “Con ganas se intenta, con Furia se gana”, pero a los de casa les faltaron estos dos ingredientes, y algunos más, pues no sólo perdieron en la cancha, sino también en la tribuna.
Y como ya es costumbre, una vez más el sector amarillo reclamó airadamente a los futbolistas con insultos, rechiflas y mentadas al final del Clásico.
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