Fue día de los “respondones”. De la iniciación más extraña que puede haber para un portero, de la confirmación de que a Cruz Azul le pesan las rayas de Chivas. La cinta proyectada en el recinto celeste parece una banda sin fin ante sus acérrimos rivales. Porque el empate de este sábado (2-2) igual le significó llegar a cinco años sin vencer a Guadalajara en el Azul.
Y es que, cómo podría hacerlo, si desde el vestuario, Cruz Azul se empeña en demostrar lo frío de su pecho.
Hoy estaba encargado de dar bautizo de fuego a un chico de suéter negro. Sergio Rodríguez, quien hasta hace unas semanas aún tenía los ojos cristalinos porque con la salida de Alfredo Talavera a Tigres estaba llamado a ser el suplente del equipo más popular de México, el cual le tenía reservada una banca en la que alguna vez estuvo instalado Luis Ernesto Michel, el mismo que por una lesión le cedería su lugar.
Y el chico trataba de darse ánimos, resoplaba, aplaudía, se tomaba el escudo, sin perder detalle de cada consejo de Magallón y Reynoso. Sin haber tocado el esférico, sin siquiera pegar el primer grito, ni darse oportunidad a probar sus negros guantes en un tiro se vio contra su línea, preparado a ser fusilado en un penalti.
La afición celeste se relamió el festejo. Miguel Sabah, sin gota de sudor que escurriera de su frente tenía a su merced al chico. Y entonces, el novato chamaqueó al veterano ex delantero de Chivas con un lance a la derecha donde estrenó su guante pegado al césped para mandar a la tribuna los nervios y lo que pudo ser la ventaja cementera.
Chivas no mejoró. Cruz Azul fue mejor durante el resto del primer lapso. Aunque con llegadas tibias, ante el cancerbero no invitado crecido. Y Rodríguez no era el único “respondón”. De hecho, Gonzalo Pineda debió debutar en Cancún, Quintana Roo, vestido de azulgrana.
Desde Guadalajara, Efraín Flores dijo que no tenía lugar para él, que estaría condenado a la banca. Sólo que entre los planes de Pineda no estaba vestirse de potro. Él prefirió usar su habitual 7 rojiblanco y cabecear el gol.
El empate cementero en el complemento sucedió más por el efecto de los “respondones”, que por la sangre caliente celeste. Ahora fue el turno de Nicolás Vigneri. Delantero que estuvo siempre en la raya del recurso en caso de que Cruz Azul no consiguiera algo mejor, situación que al final sucedió. El charrúa dio un respiro a La Máquina.
Pero aún faltaban los pasos del ‘usurpador’ del 9 rojiblanco. Omar Arellano. Suplente del otro Omar: Bravo, quien estaba desesperado por una oportunidad en el Rebaño. Imposible mientras el hoy artillero de La Coruña fuera dueño del número del gol.
Sólo que Arellano demostró por qué se quedó con ese puesto. Lo hizo certero, sin titubear al servicio de Magallón para el 2-1.
Día de banda sin fin para el azul. Con Chivas por encima de ellos en espirítu, aunque con aliento suficiente para, en reposición, sobreponerse a la danza de los “respondones” y gracias a Pablo Zeballos encontrarse con un empate (2-2) que al menos ayer le supo a victoria, pese al dominio tapatío sobre La Máquina.
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