México, D.F. / Abril 23.-
El estadio Azul es un cementerio inmenso y helado en donde a la gloria se la llevó el pasado. Cruz Azul pena y apena cuando juega cada partido de ida de una final. Así ha sido en los últimos 20 años. Dos décadas de ocho finales de ida, de las que ha podido ganar una (en la que fue campeón de Liga), empatado dos y perdido cinco. Y es que, el relincho que Atlante dio ayer (0-2) parece encaminar a La Máquina a caer en su tercera final al hilo, ahora en la Concachampions.
Lo de Cruz Azul es para el sicoanalista. ¡Que alguien les avise la hora cuando comienzan los partidos! ¡Que alguien les destape los oídos para que escuchen el grito de su barra: “Azules pongan hue…”! ¡Que alguien les diga lo que significa jugar una final!
Nadie podrá negarle al técnico celeste Benjamín Galindo su intrépida intención. Línea de cinco zagueros. Sólo un contención (Velasco), un creativo (Andrade), un lanzador (Villaluz) y dos atacantes (Landín y Zeballos), elusiva, aunque poco efectiva.
De sus zagueros, tres centrales: Fausto Pinto, por izquierda, Joaquín Beltrán, por el centro y el debutante boliviano Ronald Raldes, por derecha. Acompañados en el carril diestro por Carlos Bonet y en el siniestro a Alejandro Vela. ¿Improvisado? El hecho es que Fernando Navarro se lo llevó sin gota de sudor en la primera carrera, la misma que costó la desventaja, cuando el mismo Navarro superó a Raldes y luego fusiló a Alfonso Blanco (0-1).
Al timonel cementero, los calambres en el estómago le mandaron a retirar a su hombre creativo del medio, Édgar Andrade, para decidirse por un contención: Héctor Gutiérrez.
Por eso, el potro siguió en trote alegre por las bandas, ahora por la de Bonet, ahí se coló Rafael Márquez para centrar a una pantalla de mantequilla de Gabriel Rey que El Hobbit Bermúdez llegó a firmar agudo, violento, desbocado: 2-0, demasiado fácil, demasiado azulgrana.
¿Y el azul? Un garabato grotescamente trazado. Con un Zeballos que quiere definir todo con disparos desde tres cuartos de cancha. Un Villaluz que hace de escapista cuando se le necesita, un Vela incapaz de mantener la mira en el arco ante el balón franco que le sirven desde el medio, con un Landín que un día hace soñar con goles de escorpión imposibles y cuando despierta, no puede resolver en el mano a mano.
Cruz Azul cruza hacia el final del partido volcado, como lo ha hecho en la Liga cuando la vergüenza sonroja las mejillas. Como ha pasado en las últimas dos finales de Liga de 2008 en que durmió en la ida, un partido que les pone la piel de gallina.
Atlante huele la presión y se agazapa en su campo sin renunciar al contragolpe, para finalmente, acercarse a trote veloz hacia Dubai.
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