Guadalajra, Jal.-
Es fácil perder el control en este contexto: última jugada, desventaja de un tanto, equipo volcado al frente, remate inesperado, gol agónico, empate dramático. Aldo Polo se entrega al éxtasis de la pelota en las redes. Corre poseso por la emoción. Manos en alto. Difícil de creer. Momento sacado de un guión de película.
Van todos detrás de él. Hasta el portero Víctor Hugo Hernández, que había ido al arco contrario en busca del empate, persigue con su suéter azul al héroe de Puebla, que rescata en tiempo de compensación el 2-2 en casa del Atlas. Los Rojinegros sólo merecen abucheos de su afición, luego de un torneo en que el que no ganó una sola vez como local.
Es el Estadio Jalisco, en un horario inhabitual para los Zorros, el escenario donde se escribe la angustiosa historia. Los Rojinegros, que pelean por librarse del descenso, inician como un vendaval el último encuentro de la temporada ante su gente.
Héctor Mancilla se levanta dentro del área. Conecta sólido de cabeza, al rincón. Víctor Hugo Hernández vuela. Atajadón del portero de Puebla. Pero en el tiro de esquina, Gustavo Alustiza despeja. La pelota llega a Gregorio Torres, que la prende de botepronto, con potencia. Al ángulo. Golazo, apenas al minuto 8.
Atlas parece tener el encuentro controlado. La Barra 51 observa el encuentro en silencio, como señal de protesta por la pésima campaña. Pero el futbol se compone de aciertos y errores. El cuadro local comete uno muy costoso.
El árbitro Alfredo Peñaloza marca una pena máxima por falta de Facundo Erpen sobre Jair García, dentro del área. Nada que protestar. Gustavo Alustiza se para frente al esférico colocado en el manchón. Emprende la marcha. Patea potente. Empate poblano, al ’34. Pese a todo, no hay desánimo. El cuadro de Tomás Boy insiste al frente.
La emoción del primer gol nunca se olvida. A menudo, dicen, no se sabe ni cómo festejar. El balón en las redes es un acto mágico que ofrece el rectángulo verde. Alfonso González ahora lo sabe. El campeón del mundo Sub-17 en 2011 ya había debutado en Primera División. Pero no conocía la felicidad única que brinda la pelota cuando cruza la línea prometida.
Hoy, en el Estadio Jalisco, graba imágenes eternas en su mente: nunca olvidará el recorte fuera del área, ni el zurdazo pegado al poste, ante la Franja guinda y no azul como acostumbra. “Poncho” pone el 2-1 para su equipo, al ’41.
En la parte complementaria, Atlas tiene para sentenciar el encuentro, pero no lo hace. Matías Vuoso falla en un par de ocasiones: al ’58 recibe un gran centro a la espalda de la defensa, salta con precisión, cabecea cruzado, por un lado; cuatro minutos más tarde, encuentra una diagonal retrasada, le mete el pie al balón demasiado abajo y se va por encima del arco.
Para Atlas el encuentro cambia por completo al minuto 82. Sergio Santana barre fuerte sobre Aldo Polo, en el círculo central. La entrada es dura e innecesaria, en un sector del campo donde no hay mayor diferencia entre ganar o perder la pelota. La tarjeta roja es directa. El conjunto local se queda con un hombre menos y Puebla se va al ataque.
El tranquilo control se vuelve en angustiosa resistencia. Los Zorros aguantan como pueden. Al ’89, Alustiza estrella un remate al palo. En tiempo de compensación, un tiro de esquina es la última esperanza para el Puebla. El área se vuelve pequeña para recibir a todos los poblanos que buscan con desesperación la igualada.
Nadie atina a cortar el centro. Una serie de rebotes deja la pelota muerta en el área. Tierra de nadie. Tierra del primero que se atreva a conquistarla. Es la pierna de Aldo Polo la que aparece. Empuja al fondo. Milagroso empate 2-2. Euforia en su festejo. Puebla ha salvado un punto en el Jalisco.
Atlas tiene una triste despedida de su afición. No gana ante su gente desde el 14 de abril. Más de seis meses de sequía. Un punto que tampoco en la porcentual sirve mucho. Desaprovecha una nueva derrota del Querétaro y se aleja sólo a tres puntos.
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