México, D.F. / Junio 13.-
Es, como lo define Felipe Ramos Rizo, “el último de los Mohicanos”. Marco Antonio Rodríguez pertenece a esa casta de árbitros mexicanos que tenían como único sello respetar el reglamento sin dejarse intimidar por la presencia de algún astro o el peso de cierta selección.
Sin miramientos, Mario Rubio expulsó al argentino Diego Armando Maradona en el descalabro de la albiceleste (1-3) frente a Brasil, en España 1982; Edgardo Codesal botó, por primera vez en una final de Copa del Mundo —y por partida doble—, a los pamperos Pedro Monzón y Gustavo Dezotti, en el duelo que dio la corona a los alemanes en Italia 1990.
Arturo Brizio mostró una cartulina roja en cada uno de sus tres partidos dirigidos en Estados Unidos 1994; y en Francia 1998 despachó al ídolo galo Zinedine Zidane, en el triunfo de Le Bleus (4-0) contra Arabia Saudita.
Para seguir la tradición, el propio Ramos Rizo sacó a Thierry Henry en el 0-0 entre Francia y Uruguay, además de Ronaldinho, en el éxito brasileño (2-1) sobre Inglaterra, en Corea-Japón 2002.
En esa línea, Marco Rodríguez marginó al serbio Albert Nadj y al marfileño Cyrille Domoraud, en la victoria de los africanos (3-2) en Alemania 2006.
Hoy domingo, el propio “Chiquimarco” iniciará la participación de silbantes mexicanos en Sudáfrica 2010 —en el choque entre Alemania y Australia—; Ramos Rizo cree que Rodríguez es el último con esas características de imparcialidad en la delegación azteca.
“Creo que ya no hay árbitros como él (en nuestro país) y es el único que puede seguir con esa idea firme de mostrar la tarjeta roja sin que le pese nada, sin acomodarse, sin quedar bien con uno u otro equipo”, argumenta Felipe, convencido de que Armando Archundia representa el lado opuesto. “Él ha sido un árbitro muy comodino, de no comprometerse con la regla, de cambiar rojas por amarillas y le ha resultado. Por eso dirige cinco partidos en la Copa del Mundo pasada, porque en los juegos que pitó hubo varios errores donde se tenía que expulsar y él la cambió por amarilla”.
Asegura Ramos Rizo que “en mi opinión, Marco es el último de los Mohicanos, es el último árbitro con mano dura y sé que va a aplicar el reglamento a raja tabla y que no le va a intimidar ni la playera ni el país ni el jugador”.
A manera de recuerdo, a Felipe le llegan a la memoria las cartulinas escarlatas que enseñó al francés Henry y al brasileño Ronaldinho hace ocho años.
“Mira, sinceramente yo nunca veía al jugador ni quién era. Me enfocaba primero a la falta, si ameritaba tarjeta roja era de los árbitros que veía la falta y la mostraba fuera quien fuera”, comparte el ahora comentarista.
A Edgardo Codesal tampoco le “temblaba la mano”, como él dice, en recuerdo de esa polémica final entre Alemania y Argentina en Italia 1990.
“Me tocó ser el primer árbitro que en una final del mundo saca una tarjeta roja. En ese partido saqué dos y ha sido una escuela, una tradición, una norma y una forma de proceder dentro de la cancha, porque nosotros hemos aprendido en México que no nos debe temblar la mano para tomar decisiones, sin importar los encuentros ni los rivales ni el estadio ni el minuto de juego”, dice Codesal.
“Históricamente lo han hecho todos, no sólo yo. Ha sido una distinción del arbitraje mexicano”, presume, en espera de que Marco y Armando continúen, en tierras sudafricanas, esa práctica.
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