México, D.F. / Agosto 23.-
Cruz Azul vive el clásico joven con esquizofrenia, alucinaciones de manchas amarillas y visiones de monitos vestidos de Salvador águila Cabañas que les devora las entrañas una, y otra, y otra vez hasta sumar 15. Sí, 15 partidos sin poder vencer a un América imposible.
Ya da lo mismo el resultado: 2-0, 3-1, o como el 3-2 de ayer sábado la Máquina lista para una terapia electro convulsiva luego del tanto de Daniel Márquez sobre tiempo agregado, cuando los cementeros ya tenían en la cabeza un empate amarrado.
El problema es evidente: la paternidad americanista les tiene infectados de los tachones al último cabello, en estado de negación que está en plena transición hacia la resignación.
Los síntomas: desconcentraciones constantes, un penalti a los dos minutos de juego, un descuido apenas se ha conseguido el empate para que América tome nueva ventaja, un caso en que la afición azul ya no sabe si es más prudente reír o llorar.
Aún así el estadio Azul se mantiene delirante, con la esperanza en el grito y la frustración en la garganta que estalla cuando Horacio Cervantes se equivoca y hace caer a Salvador Cabañas: penalti. ¡Es el minuto dos! sí, una vez más América tendrá ventaja en el marcador. Quién convierte: un monito paraguayo, que entre los americanistas dicen usurpa el 10 en la espalda, es un viejo mal celeste. Anotador del 1-0.
Cruz Azul batalló duro, hasta el minuto 41, hasta que el águila se equivocó, hasta que el delantero argentino Emanuel Villa se cansó de tanta tibieza y empató el marcador.
Tres minutos después La Máquina tiene espasmos. Descuidos que le acalambran las piernas a Cervantes, que no despeja y deja el balón al Rolfi Montenegro, quien filtra a la entrada de Cabañas, otra vez Cabañas, otro gol del paraguayo, otra vez ventaja azulcrema (2-1).
En el segundo tiempo, Cruz Azul intenta, América tiene las más claras, pero los cementeros empatan en tiro libre de Rogelio Chávez. El Azul explota y se derrama. Está vez no perderán: estado de negación.
La transición es dolorosa. Más cuando llega en tiempo agregado. Más cuando les viene de un canterano que anota por primera vez en Primera, es Daniel Márquez que remata de cabeza. Es la gran contratación cementera: Corona, la que falla (3-2). Por eso Enrique Meza afirma “faltaron huevos e inteligencia”. Es la esquizofrania que desde hace seis años vive Lá Máquina en el clásico joven, de alucinaciones y manchas amarillas.
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