Benjamín Galindo tuvo que ir hasta Guadalajara para remarcar en su currículum las letras de la victoria. Y es que tuvieron que pasar tres años para que el Maestro pudiera cantar un triunfo de un equipo al que dirige. Cruz Azul fue el elegido en un partido que le arrancó negro, pero que recompuso para ganar por 4-2.
Porque si hubo un equipo en los primeros 20 minutos de partido fue Atlas. Los rojinegros borraron al azul. Velocidad, dinámica, pero esta vez sin la contundencia que desmembró a Jaguares hace una semana. Así le cayó el 1-0 al cemento, todo porque Cruz Azul apareció adormilado. Titubeante atrás y sin salida hasta el minuto 20.
Fue hasta entonces cuando La Máquina parecía empezar a rodar. Controlando el esférico, intentando la salida con Andrade, Riveros, en profundidad con Villaluz o Sabah. El premio llegó al minuto 34. En plena presión de los cementeros, una jugada por izquierda que terminó con disparo de Edgar Andrade que dobló las manos de Pedro Hernández.
Al Atlas, por si el empate no fuera poco, se le juntaban los problemas, sin su arquero titular (Bava), sumado a la lesión de Gonzalo Vargas, sustituido a cinco minutos del final del primer lapso.
En el complemento, Cruz Azul arrancó presionando. Pero sin opciones y Atlas volvió a apretar, a revolucionar por encima del vapor maquinista, y ahora fue Yosgart el que pintó para héroe, con un manotazo sobre la línea que evitaría la segunda caída del marco visitante.
Pero la zaga azul estaba descuadrada, con despejes al centro, incluso en el balón parado, la fórmula por la que clamo atención Joaquíon Beltrán durante la semana, la misma por la que Atlas les encajó un gol de bandera para la ventaja. con una chilena de Mauricio Romero para el 2-1.
Ventaja que cinco minutos después estuvo a nada de ampliarse en un nuevo rechace que terminó con remate de cabeza al que Yosgart acudió seguro. Yosgart, quien también impidió de nuevo el tercero cuando ya se cantaba el 3-1 en un mano a mano con Botinelli.
Pero Botinelli echó el trabajo de Brindisi al caño. Un clavado que le costó una segunda amarilla y por consiguiente la roja abrió el camino a unos capitalinos que supieron lanzarse ante el zorro herido. Cruz Azul pasó de trenecito a Máquina que arrolla, con goles de todos colores.
Primero el empate a dos gracias al recién ingresado Carrusca, cuatro minutos después vino el tercero celeste, la voltereta completa con el remate de Christian Riveros.
Y no fue todo, con un Atlas entregado, Cruz Azul fue por el cuarto que encontró Vigneri. Victoria, palabra que tardó en gestarse, se diría tres años, para Benjamín Galindo, quien al menos ya podrá tenerla remarcada de vuelta en su currículum.
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