Morelia, Michoacán / Abril 12.-
Del imponente “escorpión” a una estrambótica chiripiorca. Ese es el Cruz Azul del Clausura 2009, capaz de todo y de nada, que ve cómo una presunta calificación se escurre y amenaza con romper esa racha de ocho Liguillas sin falta en torneos cortos, que este sábado tuvo a Morelia en un puño, que abrió en un titubeo y todo terminó en un triste 1-1 que los mantiene con la esperanza de que sus rivales de grupo tropiecen o sumen lo menos para seguir aferrados a una ligera luz.
A los Cementeros se les dan los partidos melodramáticos. De esos en que pasan de víctimas a villanos. De penaltis que no les conceden, aunque luego en algo ven compensados. De expulsiones que los dejan en clara ventaja, aunque luego se autoflagelen y emparejen la situación.
Este sábado tuvieron de todo. Una primera parte atropellada. Con opciones de gol de Monarcas para un racimo. Ahora Alfonso Blanco es el portero del futuro celeste y Yosgart nunca debió aparecer entre los indiscutibles.
Sí, el chico ex de Pachuca se mostró elástico, acertado, pero qué rápido se olvida que una semana antes, un error suyo abrió el camino para una derrota ante los Pumas.
Aún así, Cruz Azul empezó sufriendo por la injusticia. Un penalti de Fernando Salazar sobre Landín, que el árbitro no vio o no quiso marcar, dirán los mal pensados.
Luego vino el fuego sobre el arco de Blanco: Sabah, Droguett, Moreno y Alfonso se convirtió en héroe y Yosgart en el más despiadado villano.
Así llegó el complemento e indicios de fortuna celeste. Vino en un centro que Luis Ángel Landín remató escandaloso, con un “escorpión” letal (o habrá sido de “inglesita”). Una genialidad que le hizo mecerse los cabellos y deshechar su momento de luz, cuando al final del duelo dijo: “Hay que verlo, porque no sé ni cómo fue”. Al menos nadie podrá escatimarle lo sincero.
Y aún podía ser mejor. Morelia se quedó con 10, cuando Omar Trujillo sacó los tachones sobre Zeballos y se fue a las regaderas.
El momento era celeste, ideal para romper cinco semanas de ayuno de triunfo, para acercarse a los punteros del grupo, para demostrar a su directiva que sudan y se entregan por la playera.
Pero Cruz Azul es impredecible. Tanto como Villaluz. El chico insignia que hizo de una jugada intrascendente un chispazo de lo que ha sido su equipo en el certamen.
Un centro de rutina, un despeje de rutina, una falla de antología, abanicó con la zurda, el balón pegó en el muslo de su derecha y ante eso, ni Alfonso Blanco, ni nadie podía hacer nada.
Fue el empate, que aunado a la expulsión de Fausto Pinto descompuso lo que parecía victoria. Vaya, lo del penalti que ahora el juez no quiso marcar en favor de Monarcas, quedará como una mera compensación del silbante, intrascendente, de todas formas, Cruz Azul no gana desde hace seis semanas; de todas formas brega con pena constante de lo sublime a lo ridículo.
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