Es increíble cómo el deporte de masas, pero principalmente el futbol soccer, sigue atrapando fanáticos, en el sentido estricto del término: enfermos mentales cuya irracionalidad excede los más altos niveles de peligro para la salud personal, la salud pública y la integridad de los protagonistas en las canchas.
Por eso duele que las noticias deportivas que sirven para aderezar las crónicas y columnas de los periodistas, en ocasiones sean materia de relatos que nada tienen que ver con la finalidad del deporte por el desbordamiento mental de quien pone su felicidad en el resultado de una competencia e inclusive apuesta que el futuro socioeconómico de su país si éste consigue un boleto para asistir al Mundial en puerta y avanza en cada fase del torneo. Como si el futbol soccer fuera todo en su vida. O el beisbol, para quienes su máxima aspiración en ver a los suyos disputando el llamado “Clásico de Otoño” en los Estados Unidos, por lo cual están dispuestos a desangrarse si no logran el gallardete.
Sin embargo, sucede lo mismo en otros deportes de alto impacto, como en la NBA o en la NFL norteamericanas. Y tal fanatismo arrollador no es privativo únicamente de las naciones subdesarrolladas sino de verdaderos enclaves de la alta cultura e historia en otros sitios del planeta en que el deporte no solamente es visto como una plataforma de luchas por unos resultados y entretenimiento del público, sino como escenario de un espectáculo-negocio con millones de dólares a su alrededor.
Entonces no es de extrañas que hoy, en esos círculos de alta vibración emocional en México, muchos fanáticos hayan caído en el precipicio inclusive de la ira y la depresión porque la Selección Tricolor “mayor” cayó igualmente ante sus similares de Estados Unidos y Canadá hace unos días. Se han enfermado a tal grado que no dejan de escucharse gritos estruendosos contra el entrenador, el Tata Martino, pidiendo su destitución, y –lo peor– están ya en circulación amenazas de muerte para el portero Guillermo Ochoa y su familia por el mal desempeño en Edmonton en el desastroso marcador 2-1 que, para los fanáticos, pulverizó las esperanzas de nuestro país de asistir a Qatar el próximo año.
Karla Mora, esposa del guardameta americanista y capitán del conjunto mexicano, se ha portado con más mesura que los arrebatados críticos de Memo, después de recibir la amenaza a través de su cuenta de ínstagram. Y vaya usted a saber si tiene visos de verdad dicha comunicación en la red social o se trata de un truco de algún decepcionado para llamar la atención o una broma de alguien que sabe acomodarse a estas circunstancias dentro del deporte más popular en el mundo. Pero sea como sea hay que estar alerta sobre las conductas de los desadaptados que no se andan por las ramas al faltarles ciertas sustancias de su cerebro que los llevan a pasar de un simple enfado a una acto de violencia extrema porque creen que México ya no puede calificar para la próxima Copa del Mundo, y dentro de unas semanas es factible que la realidad cambie y la tabla de posiciones muestre algo muy distinto, solamente que la nublazón de los enfermos mentales no da para entender que en el deporte se gana, se empata y se pierde sin que la vida detenga su marcha y se acabe el mundo por no acudir a un evento que deja más ganancias a los que saben enriquecerse con él que felicidad a los que confían en algo tan pasajero.
Así es que es mejor terminar este texto con lo escrito por la inteligente mujer que, así, desea hacer reaccionar a los fanáticos:
“El odio no lleva a nada bueno. Es un deporte, a veces se gana y otras se pierde. Todos somos seres humanos y todos podemos cometer errores”
KARLA MORA. ESPOSA DE GUILLERMO OCHOA