México, D.F. / Febrero 5.-
La sonrisa de Carlos Reinoso se acentúa todavía más cuando escucha el nombre del paraguayo Salvador Cabañas.
El director técnico del América es otro de los muchos hombres que se congratulan al constatar lo milagrosa que ha sido la recuperación del goleador, quien entrena con el Libertad de Paraguay.
No lo dirigió. No hace falta. La calidad del “Mariscal” le permitió ganarse el corazón del más grande símbolo americanista, quien no se atreve a dar un vaticinio sobre lo que podría suceder con el guaraní.
Lo que ha visto, escuchado y leído, durante el más reciente año, ha superado su capacidad de asombro.
El simple hecho de verlo integrado al trabajo de un equipo profesional le roba el aliento.
“Me da mucha alegría. El gordo es de la gente que más he querido en el futbol”, confiesa, con la emoción marcada en el rostro. “Es mi amigo y le deseo lo mejor”.
“Me da gusto por él. Mientras tenga vida, hay esperanza…”.
El “Maestro” engrosó la lista de los personajes que visitaron a Cabañas en el hospital donde se debatió entre la vida y muerte. Su tragedia conmovió a los americanistas, en especial a aquellos que convivieron con el guaraní fuera de las canchas.
Las plegarias estaban encaminadas a que no fuera derrotado en el partido de su vida. Pensar en que regresaría a un terreno de juego profesional lucía como una utopía.
Su situación mantiene esos tintes, aunque la fuerza interna que ha mostrado durante los últimos meses sorprende hasta a los más optimistas.
“Estuve en el hospital con él. Fue un evento muy triste”, recuerda el entrenador andino. “Lo único que uno le pedía a Dios era que recuperara su salud”.
“Después, Dios dirá si puede jugar al futbol, pero verlo sano o bien, te da mucha alegría”.
Lo que puede representar una importante inyección anímica para las Águilas, justo cuando han comenzado el repunte.
Casi todos los futbolistas que hoy integran la plantilla azulcrema fueron sacudidos por la noticia del atentado a uno de sus líderes dentro y fuera del terreno de juego.
Reencontrarse con él aún se ve lejos, pero su recuperación roba sonrisas entre los hombres que extrañan su presencia.
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