Porta orgullosa la bandera nacional. Y al frente, con paso firme y la cabeza erguida, marca el ritmo a la delegación mexicana. Paola Espinosa empieza a disfrutar de los Juegos Olímpicos.
Había esperado por mucho tiempo este momento, lo había imaginado de una y mil maneras distintas desde que fue nombrada abanderada nacional.
“Esto fue simplemente increíble, inolvidable, muy original. Creo que todos lo disfrutamos en una armonía total, en una convivencia que nos deja una gran experiencia”, dijo Paola.
Fue día de fiesta para los mexicanos, que se unieron a otras 203 delegaciones para compartir de la inolvidable experiencia de un estadio que se convirtió en el hogar momentáneo de los países del mundo. Y nacieron amistades que durarán toda una vida.
Fue una noche para disfrutar, para vivirse intensamente. Ya este sábado llegará el momento de pensar en las competencias, de concentrarse en la meta trazada, de luchar por la conquista de las medallas.
Atrás de Paola, marcharon los integrantes de la Jefatura de Misión de la Delegación Mexicana, construyendo sueños, alimentando ilusiones para esta justa.
Luego, las mujeres, en un numeroso contingente, sabedoras de que se espera mucho de ellas, después de que les ha correspondido últimamente el honor de dar la cara por México. Las pesistas Luz Mercedes Acosta y Damaris Aguirre; Mariana Cifuentes, Blanca Delgado y Evelyn Guajardo, de nado sincronizado; así como las nadadoras Fernanda González, Adriana Marmolejo y la judoka Vanessa Zambotti.
Ordenaditos, cuando menos durante el tiempo que duró su recorrido por el estadio, los muchachos lucieron igualmente orgullosos, con los clavadistas Rommel Pacheco, Germán Sánchez y Yahel Castillo compartiendo experiencias y construyendo objetivos para los Juegos; con el nadador Juan José Veloz, imaginando ya lo que serán las competencias con Michael Phelps.
Y confundido entre el grupo, como queriendo pasar desapercibido, Everardo Cristóbal, la gran esperanza de México en las pruebas de canotaje.
En total, fueron 91 los integrantes de la delegación mexicana que desfilaron en la ceremonia inaugural, 79 de ellos atletas y entrenadores, el resto integrantes de la Jefatura de Misión.
La espera para ingresar al estadio se prolongó por más de dos horas en el Gimnasio Nacional, hasta que en una pizarra apareció el nombre de México. Se escucharon entonces los primeros gritos de júbilo, primero en español y luego en chino: “¡México!…¡México!”, gritaban los integrantes de la delegación. “¡Moshico!…¡Moshico!”, respaldaban los chinos.
Y la algarabía continuó hasta que ingresaron al pasillo que conducía al Nido de Pájaro, y entonces, de golpe, se enfrentaron al impresionante espectáculo de una multitud entregada de lleno al espectáculo de la ceremonia inaugural que terminó al filo de la media noche, pero cuya jornada se prolongó para los mexicanos aproximadamente hasta las dos de la mañana del sábado.
Claro está, los que entraban en competencia un día después de la inauguración quedaron marginados de la espectacular y maratónica jornada que marcó el inicio de los XIX Juegos Olímpicos.
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