México D.F.-
Monstruo de 100 mil cabezas y enormes fauces capaz de atemorizar a cualquiera, incluso esa Selección que solía refugiarse en él cuando estaba urgida de un bálsamo.
El Tricolor reaparecerá este martes en el Estadio Azteca, gigante de concreto que ha perdido su magia durante el más reciente año.
La de esta noche, contra Costa Rica, será la sexta presentación del equipo nacional, con José Manuel de la Torre como estratega, en Santa Úrsula. Saldo de dos victorias, par de empates y una derrota.
El problema es que los aficionados, auténtico corazón del gigante, jamás han salido satisfechos, más allá del resultado. Desagrado que podría cobrarle factura a los hombres del “Chepo” si no responden en un duelo clave rumbo a Brasil 2014.
“Al inicio, estamos todos con nuestro equipo, pero -a medida que pasa el tiempo- el público cae en una exigencia y si hay un jugador que empiece a tomar decisiones equivocadas, se van contra él y se generaliza un círculo vicioso, porque a veces comete errores muy infantiles”, describe Raúl Celaya, sicólogo de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), entrevistado vía telefónica. “Si, al contrario, empiezan a hacer las cosas bien, ese círculo se vuelve positivo y salen más inspirados”.
“Hay un reforzador social de todo el público, que hace que no se cansen, que su atención, confianza y motivación también crezcan, lo cual se refleja en el resultado colectivo”.
Ejemplo de la perturbación que provoca el monstruo de gigantescas fauces, ese que sólo despierta con un buen desempeño de la Selección mexicana o dolorosas insurrecciones de sus aparentes víctimas.
Lo que explica que sea definido como “un arma de dos filos” por Celaya, quien ha trabajado con deportistas de alto rendimiento, como el arquero Juan René Serrano, multimedallista de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe Mayagüez 2010, además de cuarto lugar en los Olímpicos Beijing 2008.
“Al inicio, los equipos rivales no se preparaban tanto [para jugar en el Azteca]”, recuerda. “Ahora, ya saben que vienen a un escenario de magnitudes colosales, por lo que se alistan para aguantar, quizá, los primeros 45 minutos y hacer el desgaste de nuestro equipo”.
“El entrenador [de la Selección] es bastante inteligente, preparado, y creo que ya están tomando las teorías necesarias para trabajarlo, porque sí es imponente ver un escenario con tantos espectadores a un solo tono, a veces contra un solo jugador. Si no es bien canalizada esa presión, afecta el rendimiento de los deportistas”.
Por lo que cree ideal marcar en “los primeros 30 minutos, que es cuando está una frescura síquica, física… Tienen que caer los goles para estar en una armonía público-jugadores”.
“[Los seleccionados] se están presionando un poquito más de lo normal”, complementa. “En sicología se llama ‘fiebre pre arranque’.
Están demasiado ansiosos por hacer las cosas perfectas, lo cual los lleva a cometer algunos errores”.
Esos que no serían perdonados por una fanaticada ávida de que el Tricolor gane, por primera vez como local, en el actual Hexagonal Final.
“Al inicio está estimulando y, de repente, en esa demanda que hace la gente, a veces magnifican los errores de cada jugador y eso hace que entren en un estado de alerta”, afirma el especialista. “Quizá, el futbolista se siente estrella en los primeros 20 minutos, pero si falla una jugada, el público ya está desesperado y le está exigiendo demasiado. Por hacerlo perfecto, otra vez comete errores”.
Síndrome presentado, en especial, durante aquella sorpresiva igualada ante Jamaica (0-0), partido calificado como “malo” por el propio director técnico nacional.
Pequeña muestra del temor que genera a cualquiera el monstruo de 100 mil cabezas y enormes fauces, incluso su eterno aliado, porque -como advierte Celaya- “el público hace estrellas… Y también las hunde”.
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