Cancún, Quintana Roo / Mayo 13.-
Si a los jugadores del Cruz Azul les hacía falta el último pretexto para explotar en las sombras, este martes se tiraron al olvido. Pero el fracaso de unos –los azules, ya acostumbrados- fue la alegría de otros, los del Atlante, que sin gran esfuerzo se coronaron en la Liga de Campeones de la Concacaf para jugar por la zona en el próximo Mundial de clubes en Dubai.
Los Potros de Hierro se hicieron dueños de la Concachampions desde su visita al Azul. La vuelta en el Andrés Quintana Roo fue simplemente un paseo que quedó perfecto con la sede del duelo, que necesitada de algunos turistas, se los encontró en grupo, identificados con el logo de la cruz que adorna las lápidas de cemento cerca de la Noria. Empate sin goles que dejó un sabor a arena, hasta la fiesta de coronación local.
Los cementeros se animaron poco para convertirse en más que simple espectadores. Por ello el reproche de los lastimados aficionados cementeros, quienes e derretían ante lo que veían en la cancha: un equipo sin hambre para remontar el 2-0 que se comió en la ida. El técnico emergente. Robert Dante Siboldi no las pudo hacer de santo con un grupo herido de muerte.
Fueron 90 minutos en lo que el Cruz Azul, que jugaba su tercera final en un año (a presumir de su dueño Guillermo Álvarez), salió con la derrota y otro subcampeonato desde el vestuario. Sin espíritu para luchar, era cuestión de tiempo para consumar un fracaso más. Del otro lado, el Atlante se esforzó apenas con lo que le presentaron en el campo, casi nada.
Por la bandas, por el centro, arriba y abajo. Monólogo azulgrana que durante los primeros 30 minutos entretuvo a los aficionados locales, aunque para ser una final no se llenó el estadio.
Fue al 33, y después de varios avisos de los locales, cuando el Cruz Azul dio señales de vida. Un disparo de Pablo Zeballos sacudió las manos del meta Federico Vilar y las almas de los espectadores, adormiladas por las escasas emociones. Luego vino un cabezazo de Domínguez, otra vez Vilar.
Luis Gabriel Rey respondió de inmediato por los de casa con un disparo que desvió Alfonso Blanco. Con eso se irían al descanso. La música del entretiempo volvió a despertar a la tribuna.
Desesperado, Siboldi se mandó cambios que terminaron con los ya de por sí pocos bríos ofensivos de los azules, desteñidos a blanco, a nada.
Para los últimos diez minutos, los atlantistas consintieron un poco más a la visita, que jugó más cerca de la meta de Vilar, sin que eso le quitara la sonrisa al meta azulgrana, todo un héroe en Cancún y quien se regocija con fantasías para una tribuna que le corea todo.
Los reproches de un lado contrastaron, como de costumbre, con la alegría de los ganadores. Siboldi era una estatua, lo mismo que sus jugadores, quienes han fracasado al tratar de rescatar el primer semestre del 2009.
Nada para los azules, que le han dejado al Atlante, los honores para representar a México y a la Concacaf en el próximo Mundial de clubes, tras caer fulminados sin hacer mayor esfuerzo que presentarse en la cancha.
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