Hace un año, no se esperaba nada de ellos, y lo consiguieron todo.
Ahora, los Gigantes de Nueva York tienen toda la presión, todos los ojos encima y la necesidad de repetir. Y sin su líder, Michael Strahan.
Un viaje plagado de inconsistencia, altas y bajas, terminó con uno de los resultados más sorprendentes en la historia de la NFL, cuando vencieron a los hasta entonces invictos Patriotas de Nueva Inglaterra en el pasado Super Bowl.
La fiesta fue interminable en la Gran Manzana, pero ahora es el momento de enfrentar la resaca.
Michael Strahan, líder de la agresiva línea defensiva vital para la corona, anunció su retiro. Plaxico Burress, quien atrapó el pase de anotación de la victoria, está inconforme con su contrato y ese par de detalles podrían crecer con la primera señal de debilidad.
Y es que el salir campeón tiene sus consecuencias, las hay buenas, como el surgimiento de Eli Manning como líder de la ofensiva.
Pero también las hay malas, como que todos quieren parte de esa corona. O al menos a los jugadores que la consiguieron.
A la ofensiva, el polémico ala cerrada, Jeremy Shockey salió rumbo a Nueva Orleáns. No pasa nada.
Es en la defensiva donde se perdieron las piesas más valiosas. No solo Strahan, sino también el safety Gibril Wilson y el linebacker Kawika Mitchell.
No es precisamente la mejor forma para afrontar la defensa de un campeonato.
Pero, los Gigantes dejaron su standard muy alto la campaña anterior y cualquier resultado que no sea igual al de 2007 será un fracaso.
Una tarea por demás complicada de alcanzar, particularmente por la manera que lo hicieron y el rival al que destronaron.
Pero Manning mostró un temple que ya envidiaría su más famoso hermano mayor, Tampa Bay, Dallas y Green Bay cayeron a sus pies, aún cuando todos eran favoritos sobre los neoyorquinos.
La lección es que nunca se puede dar a nadie por perdido, sin importar lo oscuro que esté el panorama. Y mucho menos si eres un gigante, y eres un campeón.
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