México, D.F. / Junio 13.-
Como en la trama de una película policíaca, la existencia de la Copa Jules Rimet, esa que fue creada por la FIFA para premiar al campeón de su Mundial de futbol, estuvo rodeada de amor, deseo, sueños, robo y muerte.
El Trofeo sobrevivió a todo, menos a la avaricia. . La muestra más clara de amor por la preciada joya la dio el italiano Ottorino Barassi, vicepresidente de la FIFA , quien la escondió en una caja de zapatos debajo de su cama durante la II Guerra Mundial para impedir que fuera robada por las tropas de ocupación y la salvó.
Aunque esa historia se vino abajo porque tiempo después se supo que Ottorino Barassi la tenía depositada en una caja de seguridad de un banco de Roma, , y que inventó la historia para hacerse el héroe.
Cabe destacar que a la copa se le puso ese nombre en honor de su impulsor, el francés Jules Rimet, quien en 1928, siendo presidente de la FIFA, aprobó la realización del primer Mundial en 1930.
Rimet estableció que al vencedor del campeonato, que se realiza cada cuatro años, se le entregara dicho trofeo, y que se quedaría definitivamente con la selección que obtuviera tres títulos mundiales, aunque no fueran seguidos.
Para su creación la obra se le encargó al escultor francés Abel Lafleur, quien la bautizó como “La Diosa alada de la victoria”.
El trofeo se hizo en plata con chapa de oro y pesó 3.8 kilos, su base fue hecha de una piedra llamada lapislázuli, con una placa de oro en cada uno de los cuatro lados de la base, en las que se grabó el nombre del trofeo, así como los nombres de quienes fueran ganando el mundial y el de sus nueve vencedores entre 1930 y 1970. El costo de la obre fue de 50 mil francos suizos.
Desde entonces la estatuilla se convirtió el objeto del deseo, pero no sólo de las selecciones de futbol, sino de los ladrones.
La primera ocasión que el trofeo fue hurtado ocurrió fue previó al campeonato de 1966 en Inglaterra. La copa, como lo acostumbraba la FIFA para promocionar el evento, se exhibió durante una semana en el Central Hall de Londres, y ahí estuvo hasta unos días antes del inicio del torneo, porque se la robaron.
Entonces la policía británica montó el llamado “operativo rescate”, pero éste no dio resultado y cuando ya se daba por perdida fue hallada gracias a un perro. Pickles era el nombre del can, quien la encontró enterrada en un jardín. El perro se convirtió en la mascota de los ingleses y su dueño un premio de cinco mil libras esterlinas.
Pero el destino de la copa estaba echado. En 1970 Brasil ganó por tercera ocasión el título del mundo y con ello el derecho de quedarse por siempre con la Copa Jules Rimet.
Desgraciadamente a Brasil sólo le duró 13 años el gusto de tener el trofeo en sus vitrinas, puesto que en 1983 un grupo de hampones encabezados por el brasileño Antonio Aranha se la robaron y nadie supo de su paradero.
En diciembre de 1988, se supo la mala suerte de la copa, cuando en el barrio de Ipanema apareció muerto de siete balazos Antonio Aranha. Él fue asesinado por dos de cómplices a quienes no les entregó la parte del botín correspondiente, luego de haber fundido la copa y venderla como oro.
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