“Un cocktail de potencia sexual”, así define el ex atleta británico Matthew Syed a las villas olímpicas.
Con un dejo de humor Syed realizó una crónica para el diario británico Times en la que narra la vida dentro del sitio al que sólo los atletas, con “los cuerpos más perfectos y bien formados del mundo”, tienen acceso.
Matthew sostiene que en Barcelona y Sydney, “para los atletas vírgenes los olímpicos fueron tanto deporte como sexo”. Y es que en ambas experiencias deportivas que tuvo asegura que las hormonas y las testosteronas se dejaban sentir por todos lados.
La mayoría de los atletas, de acuerdo con la publicación, esperan a que culminen sus competencias para darle rienda suelta al placer, por lo que el último fin de semana de las competencias se vuelve el sitio con “más sexo en el mundo”.
Pero este fenómeno es bien conocido por los comités organizadores. De acuerdo con Syed en Beijing se buscó reducir de varias formas la actividad sexual de los atletas, pero parece que las diferentes fórmulas que fueron propuestas no tuvieron buenos resultados, por lo que el Comité decidió colocar condones gratis en los pisos de los dormitorios de la Villa, “si no puedes contra ellos, por lo menos vuélvelo más seguro”.
“Es increíble”, asegura, “todo el mundo se transforma después de que finalizan su competición”. El ahora comentarista afirma que la locura explota cuando finalizan las competencias de natación y se presenta algo así como una “erupción”.
Esta situación no es para culparse, ya que en un espacio relativamente pequeño están los cuerpos más desarrollados del universo, la fiesta estética por excelencia se desarrolla a una puerta, por los pasillos, en los comedores, en las áreas comunes, y basta sólo una mirada, una sonrisa para que el cazador se vuelva presa también y una presea dorada.
Algo de lo que vuelve más atractivo al atleta es que haya conseguido la gloria olímpica. La mayoría de ellos varones son más atractivos a las atletas por su logro deportivo, dice Syed. Es curioso que quienes son eliminados en las primeras rondas de competición no tienen tanta actividad sexual como los que llegan a las finales y a ese último fin de semana.
Matthew justifica que la explosión de hedonismo, que hace que se den hasta casos de tres atletas amantes a la vez o relaciones gays, es por varios factores. Entre ellos menciona que lo lejos que se está de casa es uno muy simple, pero que afecta; además el que el atleta esté expuesto por varias jornadas a sus propias hormonas y testosteronas motivadas por las competencias, y ejemplifica “una chica promedio produce medio miligramo de testosterona al día. A mediados de la década de los 80 las atletas alemanas eran dopadas con alrededor de 30 miligramos de esteroides andrógenos por día”.
Por esta ocasión la fiesta sexual, perdón, la fiesta olímpica ha terminado. Volverán los atletas a sus países pero no olvidarán que el espíritu hormonal, perdón de nuevo, olímpico estará en sus recuerdos más profundos, añorando que esos días de gloria se vuelvan a repetir.
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