Torreón, Coah.-
El meteórico instante provoca el último sofocón que deja el calor lagunero, antes de que la noche provea algo de frescura a los contendientes. El colombiano Carlos Darwin Quintero enciende los motores y en ese loco amanecer ahoga la ilusión del “Rey Midas”, empalagado de tanta abundancia.
En seis minutos de carreras y recortes, el cafetalero se abre paso entre los desesperados zagueros visitantes. Y sin pensarlo mucho cede hacia la media luna, donde aparece Daniel Ludueña, cómplice de la velocidad, para escapar hacia la línea de fondo y cruzar con potencia a Jonathan Orozco.
El pasaje demuestra, rápidamente, que el Santos Laguna tenía más convicción de éxito que el Monterrey. Y el campeonato de Clausura 2012, a partir de ese momento, le sonreía al conjunto de la Comarca, capaz de quitarse el estigma de “subcampeonísimo” que parecía arrebatarle al Cruz Azul, con un emotivo 2-1 (3-2 global), obra de la agónica pero furiosa reacción de los Rayados.
No sólo eso. La Pandilla esta vez carecía de la suficiente fuerza para devolverle la condición de invencible a su estratega Víctor Manuel Vucetich, desesperado, porque era el único escenario que no podía permitirle a sus Rayados. Un gol de vestidor.
Los aplaudidores y un sinnúmero de hachitas verdes de foami brincaron en las tribunas, pasaje amenizado por el grito de “¡goool!” que se escuchó en cada rincón del TSM Corona.
La inmediata respuesta, promovida por Aldo de Nigris, no impacta contras las redes de Oswaldo Sánchez, tres minutos después.
Y la fórmula, desde entonces, promueve el contragolpe, a partir de la rapidez del imparable Quintero, cuyos piques de 30 metros desgastan a la maltrecha zaga, incapaz de soportar tantas embestidas.
Por eso, para el complemento, la visita no puede más. Primero, al 60′, Carlos Darwin se lleva a todo mundo y al ver adelantado a Orozco intenta sorprenderlo con un tiro bombeado que, para fortuna del Monterrey, no atina en la portería.
Y cuatro minutos más tarde, Oribe Peralta hace pared con Ludueña y de frente al arquero sacude sin piedad.
Inspirado, el formidable atacante recibe otro balón, esta vez de Darwin, para anotar de vuelta. Pero el silbante invalida la acción por una falta previa, producto de un jalón. Poco después sale, ovacionado, desgastado de tantas patadas.
La historia cambia entonces. La noche redonda se opaca y Aldo de Nigris da vida a La Pandilla a 12 minutos del final. En jugada individual, el regio cruza el área encarrerado y sin detenerse dispara de zurda para vencer por fin a Oswaldo Sánchez.
Las carreras continúan y Carlos Darwin desperdicia, en mano a mano con Orozco, matar a su oponente a cinco minutos del final.
Las emociones no terminan y el propio Quintero procura otro tiro lejano que por poco termina en las redes.
No hay más. Las piernas no ayudan, pero sí la voluntad de darle a la afición santista el anhelado título, ese que tanto se les negó y frente al último rival que los había despojado de una corona, en este mismo inmueble, un mes atrás, en la disputa de la Concachampions.
Hoy hay revancha, un nuevo campeón y ha concluido la leyenda del “Rey Midas”. “Gracias, Dios, por todo”, agradece el “Hachita” Ludueña, con una playera blanca de campeón.
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