Los recuerdos a veces duelen. Los Juegos Olímpicos de México 68 fueron una etapa de alegría para muchos, mientras que para el ex clavadista Joaquín Capilla significaron una fase de depresión, tristeza y mucho dolor.
Con voz entrecortada aún cuando ya han transcurrido 40 años, Don Joaquín tiene amargos recuerdos.
“Viví muchos años de oscuridad antes de México’68, y durante los mismos también, pues nadie se acordó de mí. Primero, no me llamaron para portar al antorcha ni para hacer el juramento olímpico, y tampoco como invitado especial a la inauguración”.
“Nadie se acordó de mí y mi tristeza me llevó a beber hasta perderme, y reencontrarme en una cama de terapia intensiva del Hospital 20 de Noviembre. Ahí con tristeza vi como iniciaron los Juegos Olímpicos”, recordó con melancolía.
Al igual que él, los restantes 92 medallistas hasta los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 vivieron en el olvido. Sólo gozaron cuando ganaron las referidas preseas en las citas olímpicas, donde las ovaciones y premios no faltaron.
Al respecto, Daniel Aceves Villagrán (medallista de plata en Lucha Grecorromana en Los Ángeles 1984) y ex titular de la Asociación de Medallistas Olímpicos Mexicanos (AMMO de 1994 a 2004) explicó:
“Los medallistas olímpicos mexicanos hemos logrado avances, pero aún falta mucho camino por recorrer. Fue hasta el sexenio del ex presidente Salinas de Gortari cuando se nos autorizó una beca de 6 mil 500 pesos, la cual se renovó a 13 mil pesos en este sexenio”.
“Creo que lo importante como medallistas es integrar un grupo heterogéneo con ganas de aportar a la sociedad lo mucho o poco que hemos recibido. Queremos sentirnos útiles e integrados a la sociedad y no ser sólo un recuerdo”, precisó.
Aceves Villagrán agregó que en la actualidad aún hay medallistas que no cuentan con la mínima seguridad social (IMSS, ISSSTE) o un seguro de gastos mayores.
En el caso de Capilla y su esposa, reciben la atención médica en el IMSS y por parte de un grupo de médicos de la Conade.
“En países como Suecia, Finlandia, Japón, Canadá y Estados Unidos los medallistas reciben toda la atención necesaria para hacerlos sentir útiles a la sociedad, con capacitación constante para convertirlos en entrenadores todo bajo patrocinios de la iniciativa privada”, subrayó.
Fin de una carrera…
Por su parte, el boxeador Joaquín Rocha (bronce de peso completo) habló acerca de lo que ha vivido a raíz de la medalla, entre ello que las autoridades deportivas pusieron fin a su carrera pugílista.
“Cuando finalizó la cita olímpica de México’68 pensé que los cuatro años siguientes sería suficiente para una mejor preparación, considerando que sólo con un año logré ganar la presea de bronce”.
“Y me fue bien en el ciclo, al ganar preseas en Centroamericanos y Panamericanos, pero antes de ir a Múnich las autoridades me quitaron la oportunidad al no permitir que mi categoría —peso completo— participará en los Olímpicos. Eso me dolió muchísimo por la ilusión y ganas que había puesto, así que decidí mejor retirarme del box”, dijo.
No sólo el anonimato ha hecho presa de los medallistas, sino también las decisiones como la de Moisés Saldívar, en ese entonces titular de la Federación Mexicana de Boxeo Amateur, quien negó el permiso y “mató” la carrera de Rocha.
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