México, D.F.-
Oribe Peralta se paró en el área rival para ejecutar su grito de gol más rabioso, ése que le permite romper una sequía de 709 minutos que lo tenían agobiado. Un tanto que, de paso, le permitió al América sellar una bofetada de líder para victimar a Rayados (2-0) y clasificar matemáticamente a la Liguilla.
El “Cepillo” había sufrido una sequía. Desde la fecha cinco, su pelea con el gol se había extendido hasta ayer, pero una jugada ridícula entre John Medina y Jonathan Orozco le permitió al artillero que costó 10 millones de dólares tener el balón en sus pies y empujarlo sin problema a la portería rival.
Sus compañeros sabían de la presión que tenía Peralta. Corrieron a abrazarlo, le dieron palmadas y hasta caricias. El “horrible” momento que vivía el artillero quedó fulminado. Los ocupantes de las gradas en el estadio Azteca no se guardaron nada para vitorear y apapachar a su delantero favorito, quien realizó un gesto sobre qué tenía que hacer tras anotar, para después dar un grito con furia.
“¡Oribe, Oribe!”, era el grito unánime en Santa Úrsula que aumentó cuando el nacido en La Partida salió de cambio. América, con ese gol del seleccionado mexicano, es más líder que nunca.
Durante la semana, Antonio Mohamed, técnico emplumado, advirtió: “El partido ante Monterrey servirá para medir fuerzas de cara a la Liguilla”. Y en los 90 minutos, su América mantuvo ese estandarte de máximo aspirante al título. Esos 29 puntos a los que llegó serán inalcanzables para el resto de los equipos de la Liga por una jornada más. Derribó a uno de esos contrincantes que siempre son amenazantes y Rayados se queda en 23 unidades.
Juego ríspido, acorde a la ausencia de ideas para ofender en el primer tiempo. Paul Aguilar, enloquecido en un pique constante con Neri Cardozo. El americanista estaba más preocupado por generar una bronca, entrar fuerte al rival y a destiempo, que a ejercer como uno de los líderes de su equipo. Se ganó una amarilla por mantener una pugna de palabras y empujones con el futbolista de Rayados. Pudo ser expulsado más tarde por otra entrada a un defensor regio. Erim Ramírez lo perdonó.
El mismo silbante, rebasado por la brusquedad del partido, no se atrevió a marcar una falta de Osmar Mares a Dorlan Pabón, cuando el ariete visitante estaba cerca del área, listo para fusilar a Moisés Muñoz. Monterrey reclamó penalti; las Águilas fingieron demencia y el partido continuó. Ramírez tenía lejos de su control el choque, que tenía más tintes de artes marciales mixtas que de futbol.
Destellos contados. Un remate de Michael Arroyo que atajó Jonathan Orozco y un tiro apenas encima de la portería americanista de Humberto Suazo; también la visita desperdició un contragolpe en la agonía de la primera mitad. Entre la lluvia y la mente nublada de los 22 hombres, el juego se fue en los primeros 45 minutos con un 0-0 decepcionante. Muchos golpes y escasez de ocasiones ofensivas.
Mohamed aprovechó el descanso. Acomodó sus piezas y encontró la manera de que sus futbolistas fueran en la búsqueda del partido. Provocó un cambio sustancial: sus pupilos se enfocaron en jugar y buscar la victoria que en las piernas de los rivales.
Pablo Aguilar, en su rol de héroe inesperado, hizo el gol que abrió la puerta al triunfo al 49’.
Aliviados, los emplumados se soltaron. Maniataron y nunca tuvieron riesgo real sobre la meta de Muñoz.
Las buenas noticias aumentaron al 79’. Oribe Peralta se reencontró con un gol que le libera presión y de paso mandó un aviso: América quiere llegar a la Liguilla como líder y ayer dio una bofetada a uno sus máximos retadores.
Mohamed se agranda.