México, D.F. / Marzo 15.-
Los recuerdos le llegan de golpe a su memoria y de pronto se ve vestido de seda, con el cabello chino, comiendo en los mejores restaurantes y recibiendo palmadas en su espalda, de gente que no se cansa de decirle “campeón, una foto, un autógrafo…”
Pero de inmediato la realidad despierta al chiapaneco Víctor Manuel Rabanales, ex campeón mundial de peso gallo, y se ve con un pants viejo, tenis sucios y una playera de mala calidad, pero lo que es peor, ya no trae el anillo ni el diente de oro, ni la ropa de seda, y la gente que lo apapachaba se ha esfumado… así como los 800 mil dólares que ganó cuando fue campeón mundial y defendió el título.
“No sé cómo ni cuándo comencé a caer en el alcoholismo, creo que fue por mi falta de preparación, gané dinero, lo invertí en una casa que nunca terminé de construir, en una dizque flotilla de taxis que nunca fraguó y esa gente que me invitó a invertir se llevó gran parte de mi dinero”, recuerda con tristeza el chiapaneco, a quien se le recuerda por su gran fortaleza sobre la tarima brava, pero por su escasa educación y poca técnica, ante lo cual se ganó a pulso el mote de Rústico.
Actualmente, a sus 46 años, Rabanales muestra más cicatrices en el alma que en el físico, por los golpes abajo del ring.
Sus manos lucen destruidas por haber tenido que trabajar en una vulcanizadora y luego como cargador en una central de abasto de Texcoco; pero también por las caídas en las calles, debido a las largas jornadas de borracheras; en los días, semanas y hasta meses que se desaparecía de su casa por andar en la parranda.
El problema de alcoholismo comenzó en 2002, se olvidó del amor propio, “sólo quería beber y beber, no me importaba quedarme en la calle a dormir; sólo iba a la casa por dinero y a cambiarme de ropa, la cual cambiaba por vino”.
“No sé por qué tomo, creo que es por mi mala suerte”, reconoce.
Y es que su baja autoestima es la que siempre lo ha mandado a la lona con certeros ganchos al hígado.
“Bebo porque siento que no tengo en qué sobresalir y que no valgo nada ni puedo sostener a mis hijos. Quisiera dar clases de boxeo”, asegura el ex campeón.
Justo es decir que el Consejo Mundial de Boxeo lo sometió a un proceso de desintoxicación, pero apenas en diciembre pasado, Víctor volvió a caer en el alcoholismo.
“Fallé, no sólo a mi familia, sino a quienes me han ayudado, pero ahora Dios me ha iluminado, me está dando una nueva oportunidad y la voy a aprovechar”, asegura el ex peleador que luce la cara hinchada y cuando habla exhibe la falta de dientes, con la mirada perdida y una sonrisa nerviosa.
Lejos está la imagen de aquel peleador bravo, valiente y dedicado al gimnasio.
Pero con ese corazón de guerrero que tiene, se piensa levantar de la lona y ganarse la vida, con sus manos, aunque no sobre el ring, sino reparando aparatos eléctricos.
“Me van a reglar un centenario y esta vez voy a invertir bien mi dinero, porque lo voy a cambiar para comprar pinzas, desarmadores y refacciones, ya que me voy a dedicar a componer planchas y licuadoras para poderme mantener y ayudar en algo a mi familia”, comenta Rabanales con un intento de brillo en su mirada.
Con todo y que, asegura, le ha dado más problemas que soluciones, su familia nunca lo ha abandonado.
“Ni cuando en 2004 nos lanzaron del departamento porque debía la hipoteca. Por eso voy a luchar por ellos”.
Junto con su esposa María de los Ángeles, procreó cuatro hijos: Alejandro de 25 años, Yolanda de 20, Víctor Manuel de 18 y Angela de 17.
“Voy a luchar por ellos, quiero que se vuelvan a sentir orgullosos de mí”.
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