En los estadios deportivos de medio mundo los aficionados hacen la ola en las gradas para entretenerse, para celebrar la victoria o la buena marcha de su equipo o porque sí, pero en China, al menos en la competición de voleibol, sólo se hace si las autoridades lo ordenan.
Casi un centenar de aficionados brasileños, presentes en el Capital Stadium (la sede del voleibol), han intentado durante dos días, sin conseguirlo, que los aficionados chinos hicieran la ola para amenizar su paso por las gradas.
Cuando no juega su selección los aficionados locales, que ven los partidos en gran número, se limitan a proferir alguna exclamación: “¡Oooooh!” cuando se produce una buena jugada, pero poco más. No mueven ni un músculo de la cara y, por supuesto, no aceptan invitación alguna para hacer la ola.
La sorpresa llega cuando juega la selección china y desde los videomarcadores se muestra la imagen de las cinco mascotas de los Juegos que hacen la ola con el lema “ola mexicana”.
En ese momento el aficionado chino se transforma. Hace la ola, se ríe y hasta parece que se lo está pasando en grande. Si el videomarcador está así un minuto, la ola dura un minuto; si son tres, tres.
En cuanto se retira esa imagen, el aficionado chino vuelve a sentarse en su asiento, a poner cara de póquer, y a ser un protagonista pasivo.
La iniciativa de los chinos, sólo cuando juega su selección, queda reducida a poner algo más de interés en sus “¡Oooooh!” y en repetirlos con mayor frecuencia.
Quizá la solución para que disfrutaran más sería poner más veces y más tiempo la orden de la “ola mexicana” en los videomarcadores.
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