México, D.F. / Marzo 15.-
Faltaba un cuarto de hora para que Érim Ramírez marcara el final del nuevo suplicio, pero la afición azul no aguantó más.
Seis años sin vencer a su acérrimo rival es demasiado para un pueblo que no se cansa de ilusionarse… Aunque el golpe cada vez es mayor.
Eso explica las lágrimas que rodaron por las mejillas cruzazulinas, mientras eran recorridas las interminables escaleras del estadio cementero.
Sólo los “valientes” americanistas que acudieron al inmueble con el anhelo de alargar una hegemonía que algunos ya hasta olvidaron cuándo inició y unos cuantos tercos seguidores celestes observaron la parte final de un nuevo triunfo azulcrema en el Clásico Joven.
La imagen es la misma, aunque no por eso pierde sabor. Salvador Cabañas se acercó a la cabecera sur del Azul y, luego de presumir el bíceps, regaló su camiseta, ante el delirio de muchos que pelearon por quedársela.
Qué importó permanecer en el inmueble varios minutos después de finalizar el partido. Ellos se marcharon a casa con la ilusión de que ayer comenzó el repunte del equipo dirigido por Jesús Ramírez.
Los de enfrente perdieron la poca clase que les quedaba.
Un incidente entre aficionados cementeros y la policía, en la tribuna norte, provocó que un elemento de seguridad fuera trasladado en ambulancia al hospital.
Al intentar calmar el desorden provocado por la frustración local, el policía recibió varios golpes y cayó algunas filas tras ser empujado. Su estado de salud es estable.
La Sangre Azul mantuvo el apoyo, pese a la desventaja de tres goles, luego del primer tiempo. Sus gritos fueron lo único que mantuvo con vida al estadio. El resto, calló.
Ya ni siquiera había ganas de recriminar.
Porque la gente hizo su parte, al menos hasta antes de que Cabañas marcara el 0-3.
La liebre cruzazulina saltó al campo con una capa roja. El tema musical de Superman la acompañó, pero el amarillo es más poderoso que la kriptonita para La Máquina.
La canción: “No nos rendimos” retumbó al medio tiempo. El problema es que Cruz Azul se fue herido de muerte al complemento… Y su público no tardó mucho en perecer.
Por eso, pocos lo acompañaron en el tramo final. Ni el penalti convertido por Pablo Zeballos (79’) detuvo el andar de una afición harta de perder ante un equipo para el que sus Cementeros son un auténtico “salvavidas”.
Y allá, en la cabecera sur, la fiesta jamás perdió intensidad. El “cliente consentido” volvió a empequeñecerse a la hora buena, justo cuando los pupilos de Benjamín Galindo tenían la posibilidad de comenzar a enterrar las posibilidades americanistas en el Clausura 2009.
Ya con el estadio semivacío, Cabañas se fue al vestuario. Aplaudido por los pocos seguidores azulcremas que presenciaron el cotejo, pero con la alegría de volver a ser el verdugo del “hijo predilecto”.
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