Londres, Ing.-
Reacción instintiva, que contagia a miles dentro de la catedral del futbol mundial. El llanto brota en cuanto los acordes de It’s a Beautiful Day se escuchan en Wembley.
La afición tricolor siente suya la famosa canción de la popular banda irlandesa U2.
Eso es: un día hermoso, el que varias generaciones esperaron con más anhelos que verdaderas razones para creer que llegaría. Luis Fernando Tena y sus chicos lo hacen realidad en la tierra donde el balón rodó por primera vez. Fantasía hecha realidad.
Cita única, por lo que vale la pena cruzar el océano Atlántico, sin importar que no se tenga la seguridad de que se entrará al inmueble. Enrique y Miguel Cortés lo hacen, junto a Erasto Garnica. Fueron a las dos más recientes copas del mundo… Y no podían perderse el encuentro más importante en la historia del balompié nacional.
“En cuanto vimos que le ganaron a Japón, armamos el viaje”, comparte Enrique.
“Andábamos en una borrachera, pero no pusimos las pilas de inmediato”.
Los Cortés son de Morelia y Erasto nació en Monterrey, mas su amistad no conoce distancias, sobre todo, si la selección nacional está en la cancha. Hasta caminan juntos, hermanados por la enorme playera que los envuelve. Son los mexicanos que, esta vez, roban cámara en las inmediaciones del recinto, aunque tienen fuerte competencia.
Es ofrecida por los “torcedores” del Scratch du Oro, cuya algarabía se contagia. Alegre convivencia entre ambos pueblos, hasta que el partido se acerca. Entonces sí, la música de mariachi compite con la samba.
Enrique, Miguel y Erasto posan para la enésima fotografía del día, justo cuando logran adquirir entradas en el mercado negro. Pagan 250 libras (unos cinco mil 500 pesos) por cada una. No les importa. Su corazón se acelera al saber que verán la final de los XXX Juegos Olímpicos. Brotan las primeras lágrimas de la calurosa tarde. Reacción que se multiplica en innumerables ocasiones.
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