Monterrey, N.L. / Noviembre 25.-
La liguilla del futbol mexicano está en Monterrey.
Los Rayados han llegado a la fiesta grande del futbol mexicano como uno de los favoritos en la carrera por el título del futbol mexicano. Se enfrentan a los Pumas de la Universidad en el partido de vuelta de semifinales y la afición regiomontana se hace presente otra vez.
Esta es la crónica para conseguir un boleto.
Son las 9:00 de la mañana del domingo. En las afueras del estadio Tecnológico se siente aun la frescura del clima mañanero de esta época del año, la cual se combina con los ligeros rayos de sol a esta hora de la mañana.
Las calles aledañas al estadio presentan una calma relajante que se va rompiendo con los minutos. Después de unos momentos, la calle Ricardo Covarrubias comienza a presentar movimiento: personas caminando, camionetas estacionadas casi en las banquetas, vendedores de comida, ropa y artículos “Rayados”, inician la tarea de cada 15 días para que los puestos de venta vayan tomando forma, en lo que es ya, parte del ambiente y singularidad del día del partido de los Rayados como local.
Sinn embargo es el cruce de esta calle con Junco de la Vega donde se presenta una mayor concentración de gente, que con sus gritos y pláticas, rompen el silencio de la entonces tranquila mañana. Son en su mayoría hombres de mediana edad quienes a pesar de la sensación de frio que se siente en la mañana, usan todos playeras de manga corta, mientras que algunos otros presentan el uso de una gorra como detalle distintivo al momento que sostienen con la mano levantada, una serie de boletos color morado.
Ya son las 11:00 de la mañana y cada vez hay más gente en las cercanías del estadio Tecnológico. El tráfico, aunque muy fluido, presenta más carga vehicular que un domingo cualquiera a la misma hora.
Frente al Tecnológico de Monterrey, a la altura del gimnasio de esta institución, un automóvil Bora de modelo reciente detiene su marcha; al momento, cuatro hombres con lo que parece ser boletos en la mano se acercan al coche. El conductor, baja el vidrio y después del intercambio de palabras con los 4 hombres, accede a comprar los boletos a uno de estos revendedores.
Este es solo el primer ejemplo de la situación que se repite en el mismo lugar al menos en 5 ocasiones en los próximos 10 minutos.
AFICION FIEL
La afición al equipo de los Rayados de Monterrey se ha mantenido desde hace algún tiempo como una de las más fieles y fanáticas de su equipo.
Según el reportaje que presentó el periódico El Economista con datos de la consultoría World Football el día 17 de noviembre de este año, el equipo del estratega Víctor Manuel Vucetich fue quien presentó en su estadio, el mayor porcentaje de entradas en relación proporcional al tamaño de éste.
Con un 97 por ciento del total de su estadio en cada uno de los 8 partidos del torneo, el Monterrey lideró la lista del futbol mexicano, donde el segundo lugar fue para los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León con un 93 por ciento en promedio de asistencia del total de su estadio.
Con una afición como esta, el equipo de Rayados tiene casi asegurado el lleno de su estadio, y en esta ocasión no podía ser la excepción.
Para las dos de la tarde en punto, ya se puede observar y asegurar sin equivocación la cercanía del partido. Las calles aledañas al inmueble futbolero están cada vez más transitadas por automóviles que van desde la camioneta familiar, hasta el camión de transporte público urbano, al tiempo que los vendedores gritan y promocionan sus mercancías mientras que los aficionados se enfilan al estadio.
De nuevo en el recorrido por la calle Covarrubias, se observa un grupo de revendedores extendiendo su producto más allá de las banquetas.
Sus pies dentro del asfalto de la calle se mueven hacia los automóviles que pasan cerca de la orilla de la calle ante los gritos de “quiere boletos” o “le sobran boletos” que sobresalen sobre el creciente murmullo de la gente que arriba al estadio.
Al cuestionarle a cierta distancia a uno de estos revendedores sobre boletos para el juego, el hombre de playera de cuadros y gorra verde de los Jets de Nueva York, corre para mostrar su producto, “tengo generales y especiales, le doy precio ¿de cuáles quiere joven?”.
Ante la pregunta por boletos de la sección preferente, el hombre afirma que aun que no los tiene pero los puede conseguir en un momento.
Después de unos minutos, el hombre regresa con al menos cinco de esos boletos y llega a ofrecerlos en 350 pesos. Al inspeccionar los boletos el precio original marca los 254 pesos, ante la negativa de entablar una negociación el hombre accede a “regalarlos” en 300 pesos; pero sin querer seguir escuchando sus ofertas, este hombre decidió desaparecer de esa parte de la calle.
Después del encuentro anterior, un grupo de aficionados de los Rayados de al menos cuatro integrantes, llega al lugar donde observaba el movimiento de los revendedores y preguntaron por el costo de los boletos. Ante la reacción de desconcierto de mi cara, el más grande de este grupo cuestionó si tenía entradas para el encuentro de futbol. Al contestarle que no, se marchó después de disculparse por la confusión con un revendedor.
En este momento cercano a las tres de la tarde, la gente que arriba al estadio, en su mayoría lleva los boletos en mano listos para ser entregados en la respectiva entrada del inmueble deportivo. Sin embargo, a pesar de la probable confusión que pareciera pasar, los revendedores sobresalen por sus gritos, actitud nerviosa y su constante movilidad.
Finalmente en avenida del Estado con Junco de la Vega, al encontrar a uno de los pocos revendedores con actitud tranquila y sin presentar los gritos característicos de los demás, se pudo entablar una conversación.
En un principio al preguntar por el precio de los boletos que tenía en su poder, contestó que me ofrecía boletos de preferente a 300 pesos si los compraba “de una vez, porque en 30 minutos saldrán más caros”.
Al decirle que lo pensaría, se mostró tranquilo y se mantuvo en el mismo lugar donde ofrecía con un bajo perfil, el producto que otros gritaban a todo pulmón. Unos minutos después, el hombre quien dijo llamarse José, pero apodado por sus amistades como Juanito por su parecido con el político mexiquense, vendió el último de los 20 boletos que dijo llegó a poseer. Según su percepción la ganancia “no fue lo que esperaba, pero está bien”.
Aun con la compañía de “Juanito”, logramos observar el paso de patrullas de la policía municipal frente a la fila de vendedores. En su cara, ninguna reacción, y solamente volteando en busca del coche que pasaría por él.
A la pregunta sobre el porqué los policías no hacían nada a pesar de que la reventa no está permitida contestó que “nunca hacen nada, nos ven y se hacen güeyes” sin embargo comenta que de vez en cuando se acercan a pedirles “mordida” pero según el revendedor “son los novatos los que nos quieren sacar la lana, los polis más viejos ya saben que aquí no pasa nada”. Finalmente, Juanito se aleja al observar el auto que llega por él y se despide a través de la multitud que pasa.
En esta ciudad, eventos deportivos, culturales, artísticos, recreativos y de diversión se encuentran bajo la jurisdicción del Reglamento de Espectáculos Públicos para la ciudad de Monterrey. De forma general, regula situaciones y especifica reglas a seguir en la efectuación de espectáculos en la urbe regiomontana. Entre otras cosas, menciona al menos dos artículos relacionados con el tema de la reventa de boletos.
El artículo 57 del reglamento menciona que no se permitirá la venta de boletos de entrada con sobreprecio a los eventos, espectáculos o diversiones a que se refiere este Reglamento. Por otro lado el artículo 58 dice que si se llegase a determinar que entre la empresa y la persona que revende boletos existe acuerdo previo para ello, tal situación será sancionada en los términos de este ordenamiento.
A pesar de la existencia de estos artículos, los cuales deberían impedir la proliferación de la notable reventa, las fuerzas policiacas presentes en el evento no hacen nada relevante para tratar de impedir la venta de boletos a un precio más elevado.
Sus patrullas y camionetas llenas de elementos pasan frente a la fila de revendedores en Covarrubias, frente a la concentración de estos en Junco de la Vega y hasta platican con aquellos que se instalan en Luis Elizondo.
Sin embargo, incluso si se llegaran a tomar acciones en contra de estos revendedores, las sanciones incluyen solamente, unas horas de retención o el pago de una multa administrativa.
Es por esto que en lugares como la Ciudad de México se buscan castigos más severos para la reventa de boletos. Un ejemplo de esto es la propuesta hecha por el diputado local Rafael Medina Pederzini, quien propuso una ley más dura en el castigo, la cual busca tener sanciones de dos años de prisión como máximo y hasta seis mil pesos a los transgresores de la ley.
Por el momento el reloj marca las 3:45 de la tarde. El tráfico es un caos, los niños agitan sus banderas, los padres terminan la comida y la gente ya no camina tranquilamente pues aceleran el paso para llegar a su cita con el equipo de Rayados; 15 minutos para el saque inicial y los revendedores ya no tienen un lugar fijo. Se mueven, gritan y acechan a quienes luzcan sospechosos de no contar con entradas. Han dejado atrás su lugar de todo el día, y ahora se acercan a las puertas de entrada y agitan al aire los inconfundibles boletos color morado.
Es el momento de la desesperación para quienes aun tienen boletos que vender, e incluso aficionados que llegaron con más de una entrada al juego, ofrecen el ticket extra en su poder; así, revendedores de todo el día, se mezclan con los revendedores improvisados quienes comparten el deseo de vender a aquellos aficionados quienes ahora llegan a las cercanías del Tec corriendo o al menos acelerando el paso.
Cinco minutos para las 4:00 de la tarde y los gritos de “quiere boletos” y “le sobran boletos” se han convertido en gritos de “más baratos que en taquillas”. Las miradas de los revendedores reflejan desesperación y sus movimientos continuos denotan preocupación; el nerviosismo se nota en el sudor de algunos de ellos, mientras cada vez son menos los aficionados fuera del estadio.
Las ovaciones y canticos provenientes del interior del estadio, anuncian la cercanía del inicio del partido. Aunque poca, aun sigue llegando gente a las afueras del estadio. Una pareja de estudiantes en busca de boletos parece ser justo lo que necesitaba el revendedor de barba blanca y camisa con pantalón café.
Se acerca hacia ellos y se escucha que ofrece boletos generales a 100 pesos, la pareja se niega y argumenta que el juego inició, el hombre se mantiene en su precio y los estudiantes afirman que los conseguirán en 50 pesos con alguien más, mientras que el revendedor se niega a la oferta de la pareja, la cual termina perdiéndose en el mar de vendedores ambulantes y aficionados rumbo al estadio.
Se le cuestionó al hombre porque no los vendió, su respuesta fría y cortante “los vendo bien o no los vendo, al cabo a mi me los regalan”.
Finalmente se escucha un ligero silbatazo y el inmediato estruendo del estadio. El partido ha comenzado.
Son las 4:10 de la tarde y los revendedores antes activos han bajado su ritmo. Se acercan y hablan entre ellos mientras alguno suelta uno que otro grito de “quiere boletos”.
Su negocio ha terminado. No les queda más que confiar que el equipo de Rayados pase a la siguiente ronda y después a la final para tener una vez más el negocio de los boletos.
Ya con el cielo oscuro, ante la euforia de casi 33 mil personas el encuentro terminó y Monterrey calificó a las semifinales. Una vez más los hombres que pasaron el día en la calle Ricardo Covarrubias y Junco de la Vega, volverán al estadio en busca de las ganancias.
Gritarán, negociarán, correrán, competirán y esperarán una vez más el triunfo de los Rayados. ¿Le ganarán a Pumas?
Edwin Banda Pérez, alumno de LCC del Tec de Monterrey.-
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