Sao Paulo, Bra.-
Hasta antes de este martes no había un días más triste y más oscuro en la historia de Brasil que aquel 16 de julio de 1950 en que ocurrió “La tragedia del Maracanã”. Y vaya que este país ha tenido pasajes terribles y oscuros, sobretodo en la dictadura militar que dominó el Siglo XX la vida de los brasileños y dejó a miles de personas asesinadas y desaparecidas.
Pero si hay algo que marca la vida de la gente en este país por encima de todo: la historia, la cultura, la religión, la economía y la política, es el futbol. Hablando de ese deporte se desayuna, se almuerza y se merienda aquí. Todos, hasta los que no gustan de ese deporte hablan de él. Están condenados a saber de los equipos nacionales y extranjeros porque así se socializa aquí. En el mundo no hay país que ame más este deporte.
Hace 64 años una derrota frente a Uruguay 2-1 enlato al de la Copa de 1950, en el entonces “estadio más grande del mundo” construido por Brasil ex profeso para el primer Mundial de futbol que organizaba su historia ha marcado a decenas de generaciones. La sombra de El Fantasma del Maracanã no vive sólo adentro del estadio, vive entre toda la gente y todo el país.
Infelizmente, una generación de grandes jugadores de futbol fue condenada por la derrota. Ninguno de ellos se recuperó ni se quitó el estigma. El más dañado aquel entonces por la condena social y la discriminación fue el portero Moascir Barbosa do Nascimiento. Un fornido arquero de raza negra al que la gente atizó por años. Él mismo reveló el peso de su condena: “La pena máxima para un crimen en Brasil es de 30 años (en aquel entonces), más yo llevo más de 40 años condenado”.
El crimen de Barbosa fue no haber detenido aquel chute mágico del delantero uruguayo Alcides Edgardo Ghigghia. Fue un tiro con el pie izquierdo que aniquilo las almas de más de 170 mil asistentes al Maracanã, y se cree fueron muchos más porque ese día no cabía nadie más ni en las escaleras, todo el público estaba de a pie.
En esa final de Copa Brasil se sentía ya campeón. Se habían impreso 250 mil camisetas con la inscripción “Campeones”, se tenían 30 relojes de oro con los nombres de jugadores y directivos que conmemoraban la victoria, había una escuela de samba común carro alegórico listo para iniciar el desfile por Río de Janeiro. Nada de eso ocurrió.
Todos los detalles, hasta los más absurdos: que sí los jugadores no pudieron dormir una noche antes, que si fue culpa de los políticos en campañas electorales, que si el clima, que si los gritos, que sí fue una cena pesada la de la noche anterior, todo está registrado. Ha sido estudiado, analizado y plasmado en ensayos, análisis, infografías, documentales, crónicas y reportajes. Está en decenas de libros del Maracanazo que se venden por todo Brasil.
El Maracanazo es uno de los pasajes más recordados y estudiados por la opinión pública en Brasil. En cada página está descrita la condena a la que fueron sujetos aquellos 11 jugadores que entraron a la cancha para ser los campeones del mundo y protagonizaron hasta hoy el mayor drama de la historia del futbol brasileño.
Este martes por fin esos 11 condenados pueden descansar. Ese pasaje trágico, que cobró la vida de decenas de “torcedores” (aficionados) brasileños que tras la derrota se suicidaron, esa fecha que ha sido estigma para decenas de generaciones de deportistas en este país puede ser por fin desterrada de la historia, sólo por una peor: la del El Mineirazo.
El 8 de julio de 2014 quedará grabado en la historia trágica del futbol brasileño con ese marcador de epopeya, tan contundente como trágico: Brasil 1-7 Alemania. Que los dioses del futbol guarden en su gloria a los nuevos condenados, los jugadores de una selección brasileña que ya estaba marcada, presionada por la sociedad y por los políticos para ganar el campeonato en casa que tanto dinero ha costado.
Discussion about this post