Era el año de 1999 y Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”, recorría con éxito la República Mexicana con su obra de teatro “11 y 12”, misma que lo trajo a Reynosa donde fue entrevistado por Luciano Campos Garza de Hora Cero. Esta es la conversación con el popular actor y escritor.
Reynosa, Tam.- Roberto Gómez Bolaños es un chavo de 71 años y, a su edad, tiene muy claro lo que quiere y lo que no quiere hacer.
Por lo pronto, la gira de la obra 11 y 12 continuará porque el público se lo pide, después de más de ocho años y tres mil representaciones; pero también está seguro de que no habrá regreso a la televisión de El Chavo ni de El Chapulín Colorado, con nuevos capítulos, pese a la moda de rescatar personajes antiguos y retransmitir series exitosas del pasado.
“Quizás sí regrese al Doctor Chapatín, porque ya lo puedo hacer sin caracterizar, sin disfraz ni nada”, señala de buen humor, muy consciente de sus años y dispuesto a no regresar, por ahora, con nuevo show a la pantalla chica, porque ahora que están otra vez en el aire episodios de sus personajes clásicos, sería tanto como competir consigo mismo.
Tampoco tiene -como, dice, nunca tuvo- interés en incursionar en política, pese a que los ofrecimientos abundaron, además de que considera que la comedia es mucho más importante y trascendente.
“Me han ofrecido muchas oportunidades políticas y las he desechado todas y no por vanidad o desprecio, sino por ubicación, por estar en lo mío -afirma y comenta irónico-: Creo que estaríamos mucho mejor si hubieran muchos que hubieran desaprovechado esas oportunidades y que las aprovecharon para sí mismos”.
Insinúa, crítico, que las actuales estructuras de gobierno ya están listas para ser renovadas .
“La actual estructura está gastadísima -dice sardónico-. Está para lavarla, apretarla, darle una vuelta… ”
Ajeno a la política, el comediante seguirá haciendo crítica social desde su tribuna histriónica, con humor para niños pero con claves de picardía para los adultos.
Y, para los despistados, reconoce que el Chapulín es un héroe nacional, pero es más tercermundista que mexicano, y nunca tuvo enemigos extranjeros estereotipados porque “el nacionalismo a lo estúpido” es una de las prácticas más nocivas de México.
COMEDIA Y POLITICA
Chespirito, alias Roberto Gómez Bolaños, está en Reynosa para continuar con la representación de la comedia 11 y 12, que la tarde del lunes 22 alcanzó la cifra de tres mil 145 puestas en escena. El autor de la obra revela el secreto de cómo lleva la cuenta precisa del número de veces que han pisado el escenario con esta comedia de enredos: “Lo sé con mucha precisión, porque en el diálogo digo la placa de un carro que me atropelló y voy diciendo el número de la función”.
Entrevistado en los camerinos del Cine Teatro Diana, de esta ciudad, una hora antes de la primera función de la producción en la que también participan Florinda Meza, Oscar Bonfiglio, Juan Antonio Edwards y Moisés Suárez; el cómico nacido en la Ciudad de México bebe un vaso de hielo seco con agua purificada.
Viste una sencilla camisa blanca, de manga corta, con una pluma en el bolsillo y pantalón gris obscuro. Su mirada es apacible, pero concentrada, y abanica con las manos para apuntalar sus dichos.
Está sentado en una silla de plástico, ante una mesa de lámina con una marca refresquera, mientras Florinda Meza pasa sigilosa y se introduce en un privado para transformarse en Cristina, la veleidosa mujer que en la obra, con humor involuntario, martiriza a su marido por un reciente suceso terrible que cambia sus vidas.
Mientras espera el llamado para transformarse en el pícaro chofer de trailer Eloy Madrazo, Gómez Bolaños expone su perspectiva sobre política, comedia, idiosincrasia mexicana y la exitosísima obra 11y 12.
Tras sus característicos personajes de noble debilucho y perdedor -pero con suerte suficiente para salirse con la suya-, está el creador de personajes arquetípicos tercermundistas y guionista de cine y televisión.
Afecto a la lectura de historia y, ocasionalmente, de novela, el actor de 1.60 metros de estatura tiene una clara visión de la política nacional a la que siempre rehuyó participar.
“Las he desechado porque no es mi línea -reitera sin referirse a ningún partido ni organismo-. Todos tenemos una ambición en la vida y hay que cumplir con ello, pero bien. También he desechado posiciones empresariales importantes y de otro tipo, porque quiero seguir en lo mío”.
Además, de manera acertada optó por la comedia, una actividad que, sostiene, es más trascendente que la política.
“La comedia representa una trascendencia mucho mayor y es más importante que la política aunque ésta es también súper necesaria, quizás un mal necesario. Pero la trascendencia política es muy efímera, hoy ves a alguien y mañana ya no”, dice el comediante que algo sabe de eso, luego de más de 40 años de mantenerse en el gusto y el recuerdo de la gente.
Sobre la política actual comenta someramente: “Está muy vapuleada o la están vapuleando mucho de adentro hacia afuera. Se ha exagerado mucho en el descrédito, pero también desde adentro se está dando esa impresión, porque pareciera que alguien a quien no conviene a sus intereses extiende la versión de algo al revés, restándole seriedad a algo que la requiere completamente”.
Al optar por la creación artística, en lugar de hablar ante multitudes en campaña, decidió hacerlo en escenarios, a través del humor y la ficción, aunque nunca de manera personalizada.
“Aquí tengo más posibilidad de hacer crítica social. Aunque me he abstenido de hacer críticas personales, porque no tiene sentido y porque se presta mucho a sentimientos un poco bajos . Yo puedo hablar y hacer critica a la burocracia, pero no al burócrata Juan Pérez, porque, en primer lugar ni me consta de manera directa, y además no trascienden”.
Al único que ha criticado de manera directa es a un personaje históricamente indefendible y que practicó el que, considera, es un mal de algunos pueblos: el nacionalismo deficientemente encausado.
“No necesito criticar a personas. Lo he hecho solamente a una persona que se lo merecía, tal vez sobradamente: Hitler. Pero nunca he puesto que con El Chapulín Colorado el villano sea un extranjero, ya no digamos fulano de tal, o de aquel país, porque es una de las prácticas más nocivas de un país: el nacionalismo a lo estúpido”.
“Decir: Nosotros somos los buenos y los demás son malos, es absurdo. Como México no hay dos y nomás Veracruz es bello, tampoco debemos. Esos nacionalismos solo llevan a Hitler, Stalin, o Musolini”, dice Chespirito con su característica seriedad fuera de los escenarios.
Explica que el apocado héroe de las antenitas de vinil, más noble que una lechuga y más fuerte que un ratón -personaje que surgió en 1970, un año antes que El Chavo- es más reflejo de los países deprimidos que solo de México. “El Chapulin es muy nacional, pero más que eso era como una forma de identificarlo con todo el tercer mundo. Es más tercermundista que mexicano a lo tarugo”.
El creador de la cinta El Chanfle -fenómeno de comedia protagonizado por el tradicional cuadro de actores de Chespirito que, con una historia simplísima en contexto de futbol, rompió en 1978 récords de taquilla hasta entonces establecidos en México- demora su regreso a la televisión por una paradoja que lo convierte en víctima de su propio éxito.
“En la televisión hay una paradoja. Están teniendo tanto éxito la repetición de mis programas que la empresa (Televisa), y yo estoy de acuerdo con ello, no queremos entrar con algo diferente, porque sería tanto como ponerme a competir conmigo mismo. Por eso tenemos que dejar que pase este boom -“me cae muy gorda la palabrita, pero ya nos la incorporaron los gringos”-. Aunque no me canso nunca y no dejo de desarrollar ideas nuevas para todos los géneros. Estamos trabajando todavía para cine, televisión, teatro, un libro. Hay mucho que hacer todavía. Esto es mi pasión y mi gusto”.
Las antiguas transmisiones son clásicos ya de la televisión latinoamericana y han sido disfrutadas por generaciones sucesivas.
“Los programas repetidos míos están teniendo un éxito enorme. Me encuentro gente en la calle que me dicen que veían los programas y ahora lo ven sus hijos, pero ahora me dicen también que lo ven sus hijos y sus nietos”.
Y adelanta que, pese a las numerosas solicitudes del público, no volverá a encarnar a los dos personajes por lo que será recordado siempre y con los que le dió la vuelta al planeta.
“No va haber remake de los antiguos personajes, no vamos a hacer otra vez ni al Chavo ni al Chapulín. Lo que sí podría ocurrir sería hacer algo como El Chompira con la Chimoltrufia que, considero, es el mejor papel femenino humorístico que he visto… y no porque lo haya hecho yo, aclaro. Pero El Chavo ni El Chapulín. Quizás si regrese al Doctor Chapatín, porque ya lo puedo hacer sin caracterizar, sin disfraz ni nada”, ríe.
El protagonista de El Charrito, que en el reciente homenaje que le organizó Televisa fue calificado como renacentista, por sus múltiples facetas creativas, niega que el público de México haya perdido la inocencia, aunque sostiene que una gran dosis de su humor siempre ha estado dirigida al público adulto.
“Había mucha picardía muy fina en nuestros programas. Cuando El Chompiras decía el ‘¡No ma…no!’, queríamos decir no mames. En esta obra de 11 y 12 hay mucho de eso, además de que también en los programas, sacábamos algo de ese humor. Te voy a poner dos o tres ejemplos: En la escuelita, el Profesor Jirafales hablaba de la Torre de Babel. Decía: ‘Ahí fue donde se separaron las lenguas’. Y la Chilindrina decía: ‘Pues qué estaban haciendo…’ y era dicho con toda picardía”.
“En el mismo programa, se hablaba de que a Adán y Eva los corrieron del paraíso. La Chilindrina preguntaba: ‘¿Por no pagar la renta?’ y el Profesor corregía: ‘No, porque se puede decir que, prácticamente, todo el paraíso era de ellos’, y Ñoño decía: ‘¿El Paraíso era de ellos…? ¡Lo que habrán pagado de predial!’… Y esto lo digo, aclarando sin ninguna intensión doctrinaria”.
Chespirito da otro ejemplo de los centenares de juegos de palabras que incluyó en sus programas:
“O también el Botija llega a su casa y le preguntaba a El Chompira que estaba ahí: ‘¿Te cruzaste con mi mujer?’ y el Chompira decía: ‘¡Yo sería incapaz!’. Lo que buscaba -abunda entrelazando los dedos- era entretenimiento que no fuera ni burdo, ni tonto, ni cargado”, recuerda el también compositor musical y poeta, purista de la lengua española.
11 y 12
Con la obra 11 y 12, Gómez Bolaños tiene ya ocho años de trabajo ininterrumpido. A sus colaboradores no les interesa entrar en la polémica sobre el récord de presentaciones que presume Gonzalo Vega con La Señora Presidenta. “Nosotros llevamos ocho años ininterrumpidos, pero Gonzalo descansó seis meses. Además, lo importante es lo que decida el público”, comenta una de las asistentes de Chespirito.
La polémica, de hecho, no incide en el resultado de esta obra presentada como “la más fina comedia de humor picante” y que es montada por la empresa Rúbrica, propiedad del inseparable dueto Gómez Bolaños-Meza.
Aunque en la marquesina del teatro se anuncia que esta será la tercera y última vez que vendrá la obra a Reynosa, porque ya es gira de despedida, el productor, guionista y director señala que 11 y 12 aún tiene larga vida.
“Se suponía que iba a ser la gira de despedida, pero de tantos lados nos han hablado para que regresemos que, bueno, vamos a continuar, lo cual, por otro lado, es muy bueno, porque nos satisface a nosotros y le hacemos pasar un buen rato a la gente. Vale la pena y seguiremos”, dice el actor, imposibilitado de resistirse a la aclamación del público.
En la primera función, de las cuatro que presenta el lunes y el martes en esta ciudad, la gente acude atraída en parte por la efectiva y original campaña publicitaria televisada -todos han visto los anuncios de gente desternillada de la risa y a Cherspirito haciendo la invitación a la obra- que ya es costumbre ver periódicamente en la pantalla chica; pero también viene atraída por el enigmático título que, mediante un par de números, promete insospechados ensambles de palabras que provocan que todos comenten la obra, pero que pocos puedan describirla.
El actor declina hacer una sinopsis de la obra -“Mírala primero, mejor; te vas a divertir mucho”, invita al reportero-, pero adelanta algunas claves.
“En la obra, los números tiene una importancia muy grande. Desde luego la obra señala cómo el lenguaje es un código, una serie de letras que se unen para decir algo y es un código hecho por los humanos, quienes pueden irlo cambiando y eso se ve en la obra”, dice y deja el resto en suspenso.
La obra relata los problemas de una pareja (Bonfliglio y Meza) que, por un desafortunado accidente del marido, padecen un problema que impide la plena consumación de su intimidad; junto a ellos está su compadre (Edwards), un hombre apuesto y disipado, que los consuela en su desgracia. De manera inesperada aparece el chofer (Gómez Bolaños), hombre sencillo e inculto, causante de la tragedia del esposo, quien se ofrece a remediar la situación, ayudado por un ginecólogo despreocupado y guasón (Suárez), con quien el chofer -que se convierte en el típico visitante inesperado e indeseado, que entra en la casa solamente porque ve la puerta abierta- establece un código numérico secreto para sustituir palabras impronunciables que forman toda una suerte de equívocos semánticos, que le dan sustento a la trama y razón al título de la obra.
Aunque Gómez Bolaños aparece poco tiempo en escena, roba la atención. Su humor es muy parecido al de la televisión y el personaje de Eloy Madrazo tiene muchos tics de El Chompiras. El personaje del chofer aparece mayormente en la segunda parte de la historia y, como eje de las peripecias, contribuye a un desenlace desenfrenado, con una buena dotación de chistes mímicos y todas las situaciones de dobles sentidos que puede generar un sistema de comunicación cerrado al que no tienen acceso otras personas, quienes terminan confundiendo significados y creando situaciones disparatadas.
Y en dos horas de presentación no se menciona ni una sola palabra gruesa, como es la orgullosa característica del escritor. Todo se insinúa y la intensión de las palabras de una persona se complementan con otras diferentes pero que, juntas, hace una buena comedia, llena de diálogos rápidos e incesantes, donde importan más las voces que las gesticulaciones.
La obra 11 y 12 recorre el norte del país: el 22 y 23 estuvo en Reynosa; 25 en Matamoros y el 26 y 27 en Victoria; el 28 en ciudad Valles y el 29 y 30 en Tampico.
Los días 31 de mayo y el 1 de junio estarán en Saltillo, Coahuila, y la gira continúa.
INTELECTUALES
Chespirito acepta humildemente que ha sido comparado con Woody Allen -comediante norteamericano reconocido por sus dramas neoyorquinos, la recurrente manía por abordar temas de conflictos matrimoniales y sus ácidas criticas a la sociedad de Estados Unidos-, con el que le han encontrado algunas semejanzas.
“Cierto, hay quien me compara con Woody Allen. Tenemos muchas similitudes en el camino profesional. Los dos empezamos como guionistas y luego como actores de papelitos pequeños y luego nos dieron el estelar. Los dos somos chaparros, aunque él está más feo que yo, y nos burlamos un poquito de nuestra debilidad física, aunque en mi caso esta es aparente, porque fui buen deportista y no soy tan débil como pareciera”, recuerda su pasado de febril atleta y pugilista amateur.
“Yo comunico humorismo en serio y nunca hemos sido, ni Allen ni yo, chistólgos de tiempo completo. Sabemos que la vida tiene cosas serias y también humorísticas. Yo empecé antes que él y además soy mayor que él. No le he copiado, si acaso él me habrá copiado un poquito, pero tampoco pasa de ahí”, apunta.
En México, Gómez Bolaños le echa una flor a uno de los cronistas cotidianos de la política nacional, del desparpajo intelectual y la cultura pop. Alguien que es además columnista, showman y actor.
“Conozco intelectuales muy valiosos; por poner a alguien, porque los ejemplos positivos hay que darlos, ahí está un Germán Dehesa, que es un intelectual excelente y que conste que no lo conozco ni nunca lo he saludado, pero sí maneja el idioma de una manera precisa y bastante efectiva”, reconoce.
Faltan ya veinte minutos para el inicio de la obra. Oscar Bonfiglio interrumpe la entrevista y ofrece una disculpa. Urge al actor a prepararse. “Ya estamos sobre la hora, Roberto… Apenas hay tiempo para que te maquilles. Discúlpenme”, dice y se retira.
Como último apunte, Chespirito se resigna a mantener su distancia con el supramundo intelectual de México.
“Leo mucho historia, biografías, divulgación científica a nivel popular, ensayos. No leo muchas novelas, si acaso allá, una que otra. Pero no me gusta que me llamen intelectual. Además, en el mundo de los intelectuales nunca me han aceptado, ni tampoco quiero, ni me interesa mucho, entrar. Le hago caso a la critica cuando es constructiva, pero a otras no hago caso”, concluye con un
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