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Ciudad de México.-
Más allá de sus exitosas facetas en el cine, el teatro y la televisión, la actriz fallecida, este jueves, Silvia Pinal tuvo también una interesante vida personal, donde lo mismo convivió con histriones históricos del Cine de Oro, que con intelectuales y artistas. Dentro de estas relaciones, estuvo aquella cercanía que compartió con el pintor Diego Rivera.
Pinal conoció al icónico muralista Diego Rivera tras la muerte de Frida Kahlo en julio de 1954. El contacto se dio por medio del arquitecto Manuel Rosen, quien construía la casa de Silvia en el Pedregal y además acababa de realizar una remodelación en la casa de Rivera en San Ángel, tal y como lo cuenta la misma actriz en su libro “Esta soy yo” (Porrúa, 2015).
No era un secreto para nadie que uno de los muralistas más importantes de México tenía fama de “Don Juan” y que eran frecuentes los romances con las musas que inspiraron sus cuadros, por lo que Silvia Pinal pudo haberse convertido en un romance más en la vida de Rivera.
La amistad entre ambos personajes fue más que evidente y coincidieron en varios eventos públicos y en reuniones privadas, acompañadas de amigos mutuos.
En vida Frida Kahlo mantuvo una relación epistolar importante con el pintor, así que el uso de las cartas fue un recurso que Rivera empleaba con cierta frecuencia para llegar al corazón de las mujeres que le interesaban.
En su libro autobiográfico, Silvia Pinal incluyó el contenido de una de las misivas que el genio del muralismo mexicano le envío, tras terminar el cuadro que le pintó en 1956 y que hoy en día es una de las obras privadas más conocidas de Rivera.
En una de las cartas, Diego le escribió:
“Mil gracias, Silvia, que vino ayer.
¿Cuándo la veré otra vez?
anoche la vi en “avange”.
¿Cuándo la veré bailar?
Porque bailando Yo a Silvia la quiero dibujar”.
En estos documentos, Diego se dibujaba como un gran sapo, acompañado de corazones atravesados, mariposas y estrellas con el rostro de Pinal plasmado sobre ellas.
La actriz de “Viridiana” afirma que Rivera le escribió muchas cartas; sin embargo, un buen día decidió prestarlas a un amigo suyo director de una revista, pero ya no se las devolvieron, por lo que únicamente conservaba tres.
“¡Ay, Silvia, solo a ti se te ocurre prestarlas”, se recriminó la actriz en su mencionado libro autobiográfico, publicado en 2015.