México, D.F.-
El actor australiano Mel Gibson se ha visto envuelto en escándalos que han trascendido de tal forma que se le ha formado una fama de ser bipolar, que cuando se enoja insulta, manotea y expresa comentarios racistas.
Según algunos medios, ha proferido agravios antisemitas, pero las personas que conviven con él dentro del set o en locaciones filmando opinan que él dista mucho de ser así.
“Desde mi personal punto de vista Gibson no es ningún racista, esto porque el propio hijo de Mel es novio de una actriz mexicana —más morena que nada—, y eso al papá no le molesta. Se conocieron durante el rodaje de la película ‘Apocalypto’ en México, y desde hace dos años el hijo de Mel se vino a vivir con ella a nuestro país”, comenta Taracena, actor del filme “Atrapen al Gringo” que este viernes se estrena.
Stacy Persky, productor y guionista del largometraje, relata que es divertido y ocurrente.
Un asunto peculiar en el actor y director es que no cambia de personalidad al frente y detrás de la cámara. “Mel siempre se muestra sencillo, por lo regular es amigable, platica contigo o te pregunta por tu familia, es muy decente y alivianado”, describe Taracena. También le gusta ser bromista durante el trabajo.
El título de esta historia menciona una palabra que podría ser hasta insultante, depende el contexto en el que se diga. “La palabra gringo para nosotros es un término más coloquial que peyorativo. Realmente no es despectivo, y esto te lo digo porque, por decir un ejemplo, mi mamá es estadounidense, y durante 35 años sus amigos se han referido a ella como ‘La Gringa’, y a ella no le molesta, porque para los que son de la frontera les dicen así a los más blanquitos o más güeritos”, apunta Persky.
Para Gerardo Taracena es un reconocimiento enorme el ser considerado para trabajos actorales internacionales. “Esta película es una cosa rara, es como una producción gringo-mexicana, yo me dejo y me dejaré llevar hasta donde se me permita. Como soy actor, quiero seguir trabajando en teatro o cine. Bienvenido sea el proyecto al que me inviten, si lo estudio y veo que me interesa, con agrado lo tomo”.
A veces, para que se entienda una película en el extranjero, se necesita recurrir a diversos lugares comunes en el imaginario social, algo así como que los mexicanos sean todos campiranos y que escuchen cierto tipo de música.
“Nuestra intención no fue caer en estereotipos. En la cárcel pusimos más escenas con música norteña porque es la que creemos que es fundamental en una cárcel de Tijuana. Hicimos antes una investigación, recorrimos muchas prisiones del país, entrevistamos a los guardias, a algunos reclusos que aceptaron, y nos basamos en datos para poder hacer esto lo más real posible —relata Stacy Persky—. Nosotros nos inspiramos en una cárcel que sí existe y que le apodan ‘El Pueblito’, el penal de Otay Mesa, cerca de Tijuana, donde había tienditas, y los reclusos podían llevar hasta a sus familias a vivir ahí adentro con ellos, hasta había un mercado de bienes raíces ahí en la prisión”.
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