México, D.F. / Noviembre 20.-
Los cierres en la circulación debido a una manifestación, hacen imposible el acceso al Auditorio Nacional. Los que llegan en carro prefieren estacionar y avanzar a pie. Los cuidadores, con sus lámparas, aprovechan que el concierto casi empieza. Cobran hasta 60 pesos por un lugar.
Alejandra casi no llega. Salió temprano del trabajo, pero el tráfico hizo más complicado el trayecto. Viene con amigas. “No queríamos perdernos este concierto. Estuvimos aquí hace dos años, por el Papitour y volveremos a estar aquí cada vez que cante en México.”
Unos labios gigantes y rojos esperan en el escenario. La gente ya está en sus asientos. A lo lejos se ven todavía lugares vacíos. Son las 20:49, el público ya aplaude. La mayoría son mujeres que gritan, que llevan tiempo esperando a que Miguel Bosé regrese a México para verlo y escucharlo.
Las luces se apagan y los gritos se hacen más. Los labios gigantes que antes descansaban, comienzan a moverse. Desaparecen. Detrás de una puerta blanca se esconde Bosé. Canta Ayurvédico. Lleva un traje Negro y un pañuelo blanco en el bolsillo.
Cuando entona Nena, el saco se va al suelo. Las mujeres gritan todavía más fuerte. Todos se ponen de pie, todos bailan. El escenario se pinta de rojo. Cuando termina el tema, Bosé hace una pausa, habla sobre la noche y sobre vampiros.
Siguió con Júrame y dedicó Morena mía a todas las mujeres del mundo. Hizo una pausa antes El perro, para decir:
“Los sábados y domingos soy la más perra”.
El grupo de músicos que acompaña al intérprete no para de moverse sobre el escenario. Mientras el público sigue atento a cada sonido, a cada movimiento. Después de otras doce canciones, Miguel se despide de México agradecido.
Afuera del recinto se vende de todo: playeras, tazas, posters, calcomanías, llaveros, fotografías. Los precios son altos, pero la gente está dispuesta a pagarlos. Es una ocasión especial. Bosé se despide de México y del Cardio Tour otra vez.
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