Monterrey, N.L. / Marzo 27.-
Último vestigio de la Era Hippie y la Nación Woodstock, Carlos Santana cerró la noche del jueves 27 en Monterrey su gira de conciertos por México, poniendo a bailar y cantar a más de 11 mil personas con su combinación de Rock, Jazz, Blues y ritmos afroantillanos.
El guitarrista y su banda compuesta por 12 músicos brindó un total de tres horas de canciones ya consideradas clásicas, algunas con más de 40 años de haber sido escritas pero que en vivo y en directo suenan vigentes y actuales.
La velada inició con Soul Sacrifice (Sacrificio del Alma), último corte de su primer disco de estudio, aparecido en enero de 1969, y pese a que han pasado 40 años arrancó aplausos y gritos de los asistentes, tanto cincuentones como por jóvenes e incluso niños acompañando a sus padres, tíos o abuelos.
Definido el rumbo de concierto con grandes solos y florituras de Santana sobre su guitarra, acompañado de manera vertiginosa por los dos bateristas, un bajista, la sección de vientos y un bongosero, no dejó descansar a los asistentes al soltar uno tras otro los 26 temas de su set, sin mencionar los múltiples sampleos o jams de canciones de otros guitarristas y compositores.
Vive la Vida, de su producción en vivo Sacred Fire, fue la segunda canción del recital, en la que la banda de Santana siguió mostrando cohesión y ritmo, y sobre todo sincronía al ejecutar cada pieza.
Sería hasta Incident at Neshabur, del disco clásico Abraxas (para muchos el mejor de su carrera), permitió apreciar a plenitud las dotes del guitarrista originario de Autlán, Jalisco, mantiene sobre su instrumento sobre el cual pareciera acariciar, más que tocar, los acordes de la misma.
Batuka, del Sanrana III, mostró las raíces latinas del músico y su banda, al combinar el rock y el blues eléctrico, con las influencias más puras y salvajes de las islas del Caribe, ligada con No one to depend?on, en la que la guitarra rivaliza en intensidad y velocidad con las congas y la batería tocadas a alta velocidad, hasta alcanzar un clímax incandescente.
Bill Ortiz, trompetista que ha trabajado con diversos artistas del R&B, Soul, Hip Hop, interpretó en un solo Make somebody Happy, del disco Milagro, de manera magistral arrancando los aplausos del público.
Tras este tema, Santana conversó con el público, exhortándolo a ser más feliz y respetuoso con sus semejantes, en clara alusión a los ideales del movimiento Hippie y la Era de Acuario, además de rezar por las muertes de migrantes en la frontera México-estadounidense.
También exhortó al presidente Felipe Calderón a legalizar el consumo y venta de la marihuana, para así evitar que se cometan mas crímenes relacionados con el narcotráfico, además de obtenerse recursos económicos para ayudar a crecer a las familias.
Ya tras los discursos políticos, la banda regresó a hacer lo que mejor sabe: tocar en vivo frente a su público temas de corte popular, como Foo Foo (Shaman 2002)y África Bamba del multipremiado álbum Supernatural, con las que hicieron a cientos de personas subirse sobre sus asientos o bailar en los pasillos, ahora con los ritmos procedentes del Continente Negro en una explosión musical multicolor.
Después del huracán, viene la calma: Samba pa ti, también del disco Abraxas de hace casi 40 años, cobra nueva vida mediante el uso de sintetizadores y las posibilidades técnicas del guitarrista, quien en casi siete minutos de la canción, hacía llorar de tristeza a su instrumento, utilizando el vibrato y sosteniendo las notas al máximo, con lo que enloqueció al público, que una y otra vez no dejaba de vitorear a este héroe de la guitarra.
La calidad y técnica del bajista Benny Rietveld quedó demostrada en el solo que interpretó durante cinco minutos, en los que prácticamente destrozó a su instrumento, cambiando la velocidad y la intensidad de las notas, para rematar su actuación con el tema “imagina” de John Lennon tocado en el “cuatro-cuerdas”.
Para no quedarse atrás, Dennis Chambers apabulló su batería de seis tiempos y dos bombos durante un largo solo, en el que jugó con la velocidad y la precisión, mientras dejaba sin aliento al público que no perdió de vista todos sus movimientos.
“El fuego”, un tema festivo casi carnavalesco, (extraído del álbum All that I Am), fue antecedido por una serie de sampleos de la banda, desde fracciones de La Bamba, música de mariachis, y una especie de homenajes a otros héroes de la guitarra: Smoke on the Water de Deep Purple y Ritchie Blackmore, y Purple Haze, de Jimi Hendrix, a quien Carlos Santana recordó en varias ocasiones durante sus conversaciones con el público.
La banda de Santana es integrada desde hace casi 10 años por la misma alineación: Chester Thompson, teclados; Benny Rietveld, bajo; Dennis Chambers, bateria; Andy Vargas, vocales; Karl Perazzo, timbales y percusiones; Bill Ortiz, en la trompeta; Jeff Cressman en los trombones; Tommy Anthony, vocalista y guitarra de acompañamiento; Raul Rekow, congas y percusiones y Tony Lindsay en las vocales.
Apenas a las 23:00 horas, después de dos horas de música continua, la fiesta apenas estaba a la mitad de su ambientación, subiendo de nivel con la interpretación de Evil Ways, otro tema clásico del Rock, y la mélodica A Love Supreme, del disco Love, Devotion, Surrender.
Casi sin pausas, se dejaron sentir los acordes de Lords Prayer y Yaleo, y sin dejar de lado la adrenalina y la pasión, Black magic Woman, Gipsy Queen, y Oye como Va, quizás los temas más famosos de Santana pusieron a bailar a las 11 mil almas reunidas en la Arena Monterrey.
Bella, uno de los mejores temas del grupo extraído del Blues for Salvador, apenas y fue reconocida por los más fanáticos siendo apabullada por la ensordecedora recepción que los asistentes hicieron de Smooth, canción con la que Santana revivió su carrera, alcanzó la fama mundial, ganó seis Grammys y logró millones de discos vendidos en 1999 con el disco Supernatural, ligado con Give me Love, del disco Festival.
Ya para cerrar la noche, Santana interpretó Corazón Espinado, también del disco Supernatural, y que hace 10 años ayudara a cimentar la carrera internacional de Maná, banda mexicana con la cual Carlos hizo mancuerna para esa única pieza.
Jingo, canción de 10 minutos de mezclas de ritmos caribeños y africanos con lo más denso del blues y el rock, con toda la banda tocando al mismo tiempo sus instrumentos y con un Carlos Santana sacándole sangre a su guitarra, fue el final apoteósico de esta la sexta visita en concierto del mexicoamericano a tierras regiomontanas.
Hincado, agradeciendo al publico su entrega, se despidió Santana, último hippie de la nación Woodstock que sigue rodando…
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