México, D.F. / Mayo 16.-
La falta de laboratorios adecuados impidió a los estados responder oportunamente al brote de influenza A que azotó al país desde abril pasado, evidenciando sobre todo la urgencia de mayor inversión pública en investigación e infraestructura, de modo que el país sea capaz de enfrentar con eficacia futuras emergencias sanitarias, coincidieron especialistas del estado de México, Hidalgo, San Luis Potosí, Zacatecas, Coahuila y Yucatán.
En México, la Red de Vigilancia Epidemiológica cuenta con laboratorios de análisis para el manejo de microorganismos de riesgo moderado –conocidos como laboratorios de bioseguridad nivel 2 (BSL-2)–, pero sólo con uno de alto riesgo o nivel 3 (BSL-3), situado en la Ciudad de México, que sin embargo fue incapaz de identificar el virus mutante de influenza humana (AH1N1).
El manejo de agentes patógenos es meticuloso. La Organización Mundial de la Salud (OMS) los clasifica desde no asociados con enfermedades en humanos (grupo de riesgo 1 o GR1), hasta causantes de enfermedades humanas letales (GR4), pasando por los que causan males raramente serios (GR2) y serios o letales para los que hay medidas preventivas (GR3).
La alerta epidemiológica sobrevino la noche del 23 de abril pasado, pero el primer laboratorio de bioseguridad mexicano autorizado por la Organización Mundial de la Salud comenzó a funcionar hasta el día 28, según el director del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades de la Secretaría de Salud, Miguel Ángel Lezana.
La Red de Vigilancia Epidemiológica está integrada por los laboratorios nacionales y estatales de salud pública, coordinados desde la Ciudad de México por el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológica (INDRE), justo donde se halla el laboratorio de bioseguridad de nivel 3 (BSL-3) del país (para el manejo de GR3), pero que, según Lezana, no tenía capacidad para identificar la nueva cepa, por lo que debió recurrirse a Estados Unidos y Canadá.
Estado de México: “Nos tomó por sorpresa”
Fulgencio Mendoza López, líder de la sección 22 del personal de salud local en el estado de México, reconoció que la influenza humana tomó por asalto al gobierno mexiquense, poniendo en jaque a su sistema de salud. Sin infraestructura, equipos ni personal suficientes, y con un laboratorio público inoperante ante la pandemia, se enfrentó la alarmante multiplicación de casos, sobre todo en los municipios urbanos marginados de oriente y poniente.
Durante la primera semana de la contingencia, agregó, la entidad (la más poblada del país, con 15 millones de habitantes) se sumió en un caos, pues ni tapabocas, guantes, batas y medicamentos había, y sólo el 40% de los trabajadores estaba vacunado.
El Laboratorio Estatal de Salud Pública quedó fuera de la jugada. Capaz de realizar más de 90 tipos de pruebas en humanos, animales y alimentos, en su catálogo no incluye sin embargo la prueba para diagnosticar la influenza estacional. Así, debieron importarse de emergencia 77 mil 500 pruebas rápidas de Estados Unidos y China, con un costo de 22.5 millones de pesos y que llegaron tarde.
María Dolores Ramírez Hernández, directora general de dicho laboratorio, se negó a ser entrevistada por EL UNIVERSAL, arguyendo que “no tenía luz verde” del nuevo secretario de Salud, Franklin Liebenson Violante, desginado en plena contingencia. Lo mismo ocurrió con, Isaac Fuad, el responsable de Comunicación Social.
Hidalgo: centros de diagnóstico, rebasados
Como sucedió en otros estados, la epidemia de influenza A rebasó al sector salud hidalguense y, en particular, al Laboratorio Estatal de Salud Pública, con 12 años de funcionamiento, y que es de diagnóstico y referencia de influenza estacional, cólera, rabia y cáncer, entre otras enfermedades.
Para casos considerados delicados las pruebas se envían al INDRE, como sucedió esta vez, dijo la subsecretaria estatal de Salud, Ana María Tavares Hernández Jiménez. A su vez, el INDRE las remite a un laboratorio de Atlanta, originándose una demora en la confirmación de los casos.
SLP: usaron equipo para tuberculosis
En San Luis Potosí, donde el brote de influenza fue más violento, para analizar las primeras muestras de casos sospechosos se adaptó el equipo para tuberculosis del Laboratorio Estatal de Salud, donde no obstante las limitaciones técnicas y materiales, una farmacobióloga previó que se trataba “de algo nuevo”.
Con la emergencia sanitaria encima, Luis Octavio Porras, director de aquel laboratorio, presionó al INDRE, obteniendo un equipo de biología molecular PCR (siglas en inglés de Reacción en Cadena de Polimerasa), dos campanas de bioseguridad para BSL-2 y reactivos, todo lo cual permitió procesar las muestras en dos o tres horas –un equipo similar fue enviado e instalado parcialmente en Tuxtla Gutiérrez (Chiapas), según Adriana Gómez Bustamante, directora del Laboratorio Estatal de Salud Pública.
Daniel Ernesto Noyola Cherpitel, jefe del Departamento de Virología de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, aseguró que esta institución posee el equipo para estudiar la influenza, pero no los fondos necesarios, aparte de que existen obstáculos para importar reactivos; en 2008, ejemplifica, la Comisión Federal de Protección contra Riesgos Sanitarios impidió la importación de más de 400 reactivos para la detección de dicha enfermedad.
Coahuila y Zacatecas
El Laboratorio Estatal de Coahuila, clasificado como BSL-2, opera equipo de inmunofluorescencia para detectar los virus de los tipos 1 a 3, y en virtud de la contingencia redujo de 48 a seis horas el tiempo para analizar muestras de exudado faríngeo, dijo el titular de Salud, Raymundo Verduzco Rossán.
Por su parte, Claudia Amil Ruvalcaba Márquez, jefa del Laboratorio Estatal de Zacatecas, afirmó que del listado nacional de 28 pruebas epidemiológicas, la entidad aplica 27, y que tuvo la capacidad de respuesta para atender el muestreo presuntivo del virus de la influenza A, pero el análisis confirmatorio sólo podía emitirlo el INDRE.
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