México, D.F. / Abril 25.-
El miedo se desató y la paranoia también. Desde muy temprano habitantes del Distrito Federal abarrotaron las farmacias de la ciudad, en donde arrasaron con los cubre bocas y los medicamentos antigripales.
La causa: el llamado de “alerta nacional” por la epidemia de influenza en el país que hizo la noche del jueves el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos con sus homólogos del DF y del estado de México, Armando Ahued y Roberto Martínez Poblete, respectivamente.
Apenas dos horas después de que las farmacias de la zona de hospitales de Tlalpan abrieron sus puertas, los cubre bocas estaban agotados y la gente continuaba en su búsqueda.
Así, José María Rincón Gallardo visitó varios establecimientos sin tener suerte. El hombre desesperado evitaba el contacto con la gente y dijo que de no encontrar los tapa bocas tendría que encerrarse en su casa para evitar el contagio.
En la ciudad, los rostros se cubrieron nariz y boca, pero las miradas culpaban a quien por “error” estornudara o tosiera, de inmediato la reacción en cadena: alejarse del “enfermo”.
No faltaron los vendedores ambulantes que por la mañana ya estaba vendiendo cubrebocas a un peso, en el metro, mientras en otros medios de transporte, miembros del ERUM pasaban a pedir una ayuda económica y de paso repartían a todos los viajeros un cubre boca, con el obligado “ahí con lo que guste cooperar”
Fue hasta las 19:30 horas cuando el secretario de Salud capitalino Armando Ahued y el director del Sistema de Transporte Colectivo Metro se instalaron afuera de las estación Chapultepec para repartir cubrebocas a todos los usuarios.
En tanto, Claudia Rangel, estudiante de la Facultad de Química de la UNAM, confesó estar arrepentida por no aplicarse la vacuna contra este virus por su temor a las agujas.
Con la suspensión de clases en todos los niveles educativos, el viernes que en otras circunstancias, parecería de asueto, se convirtió en pérdidas para restaurantes en donde los comensales disminuyeron hasta en 40%, reconocieron los encargados de estos lugares, mientras que sólo asistían a comer trabajadores, sin niños y que utilizaron cubre bocas todo el tiempo. El escenario se repitió en las salas de cine de la ciudad, en donde las asistencia bajó casi a la mitad de un “típico” viernes.
Por la mañana algunos padres decidieron cerciorarse del cierre de las escuelas, y decidieron llevar a sus hijos con mochila y todo, para luego regresar con ellos a sus casas.
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