New Braunfels, Texas / Noviembre 19.-
La amenaza que representa la operación del crimen organizado en la frontera, es un desafío que se suma a la tarea de impedir la muerte de migrantes en su intento por cruzar hacia Estados Unidos, que ascienden a más de 300 víctimas en lo que va de este año.
Para las corporaciones mexicanas y estadounidenses que trabajan en ambos lados de la frontera, ver morir a los migrantes indocumentados que cruzan hacia EU es cosa de todos los días.
Emmanuel Elías Ceballos, médico de profesión, elemento del Grupo Beta que supervisa la zona de Tijuana, Baja California, dice que esta fuerza de trabajo, que no porta armas, ni tiene la autorización de realizar detenciones, con frecuencia realiza rescates y da asistencia a indocumentados en donde operan grupos de criminales, fuertemente armados.
“Tenemos muchas llamadas que nos advierten de grupos que vienen con armas. En esos casos buscamos el apoyo de las autoridades, como la Policía Federal o el Ejército”, quienes sí están facultados para hacer frente a estos delincuentes.
Tarea difícil
La tarea no es sencilla, dice el supervisor de una de las 16 células del Grupo Beta que hay en el país, explica que la mayoría no se deja convencer de desistir en su intento por cruzar la frontera, aunque casi nunca están listos para hacer frente a los 49 grados centígrados de temperatura que pueden llegar a registrarse en el desierto.
Los “polleros” no les advierten que requieren agua y alimentos como mínimo para sobrevivir a la travesía, ni que una milla (1.6 kilómetros) puede recorrerse en horas, ante lo accidentado del camino, lo que también dificulta su salvamento”.
Jessie Muñoz, supervisor del área de Arizona del grupo especial de rescate Borstar de la Patrulla Fronteriza de EU, dice que “prácticamente todos los días vemos a alguien morir”, incluso menores que son “enganchados” por las organizaciones dedicadas al tráfico de personas.