Ciudad del Vaticano / Octubre 27.-
El Papa Benedicto XVI reconoció hoy con “vergüenza” el uso que los cristianos han dado a su religión para justificar la violencia en algunos pasajes de la historia, y sostuvo que esas actitudes fueron un abuso.
Ante más de 300 delegados de las diversas tradiciones religiosas del planeta, convocados en Asís (centro de Italia) para una jornada de diálogo por la paz y la justicia en el mundo, estableció que el uso de la fuerza en nombre de Dios “es una deformación”.
Según el pontífice, que la religión motive la violencia debe “preocupar profundamente” a los líderes de todos los credos, incluso cuando los defensores de una opción espiritual agreden a los demás.
“Sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en evidente contraste con su verdadera naturaleza”, aceptó.
“Es tarea de todos los que tienen alguna responsabilidad de la fe cristiana el purificar constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro interior, para que –no obstante la debilidad del hombre– sea realmente instrumento de la paz de Dios en el mundo”, agregó.
El mensaje del obispo de Roma constituyó el momento central de la jornada por la paz y la justicia en Asís, que comenzó con un viaje desde El Vaticano hasta la ciudad del santo Francisco a bordo de un tren de los Ferrocarriles del Estado Italiano.
En la Basílica de Santa María de los Angeles, a unos cuatro kilómetros del centro de Asís, tuvo lugar una ceremonia durante la cual tomaron la palabra algunos de los representantes de las distintas tradiciones religiosas: judía, musulmana, ortodoxa, luterana e hindú.
Benedicto XVI, en su discurso, afirmó que este 2011 se cumplen los 25 años del primer encuentro interreligioso convocado en la misma localidad italiana por el Papa Juan Pablo II.
Recordó que en aquel entonces la gran amenaza para la paz provenía de la división del planeta en dos bloques simbolizada por el muro de Berlín, que cayó tres años después (en 1989) sin el derramamiento de sangre por el deseo de los pueblos de ser libres.
“¿Qué ha sucedido después? Desgraciadamente, no podemos decir que desde entonces la situación se haya caracterizado por la libertad y la paz. Aunque no haya a la vista amenazas de una gran guerra, el mundo está desafortunadamente lleno de discordia”, reflexionó.
“No se trata sólo de que haya guerras frecuentemente aquí o allá; es que la violencia en cuanto tal siempre está potencialmente presente, y caracteriza la condición de nuestro mundo”, precisó.
Para Joseph Ratzinger la libertad es un “gran bien”, pero -como constató- ese valor ha sido utilizado incluso para propiciar la discordia en formas “nuevas y espantosas”.
Explicó que los “nuevos rostros de la violencia” se pueden clasificar en dos tipologías, por un lado el terrorismo fundamentalista de matriz religioso y, por el otro, el fanatismo ateo.
Estableció que mientras en el terrorismo la religión no está al servicio de la paz, sino que es la excusa para la violencia, en la segunda categoría se refuerza la negación de Dios.
En este esquema los enemigos de la religión ven en ella una fuente primaria de violencia en la historia de la humanidad y, por ello, pretenden su desaparición, dijo.
“Pero el no a Dios ha producido una crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre ya no reconocía norma alguna ni juez alguno por encima de sí, sino que se tomaba como norma solamente a sí mismo”, estimó.
Ponderó que más peligroso que el terrorismo y el ateísmo de Estado es la decadencia del hombre, la adoración del tener y poder que se revela como una antirreligión, en la cual ya no cuenta el hombre, sino únicamente el beneficio personal.
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