Bogotá, Col.-
La audiencia final en el largo proceso de divorcio entre el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y su antecesor, Álvaro Uribe, tendrá lugar hoy en las urnas.
El fallo estará en manos de más de 32 millones de ciudadanos habilitados para votar, en las elecciones más reñidas de los últimos años entre el mandatario, que aspira a la reelección, y el uribista Óscar Iván Zuluaga, quien viene de vencer en la primera vuelta.
Lo que fue un matrimonio político perfecto a la hora de propinarle las mayores derrotas militares y políticas a la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), se transformó desde hace cuatro años en una separación por demás controversial. La reelección de Santos, que parecía asegurada hasta marzo, entró en zona de riesgo desde que Uribe decidió poner todo su caudal político y su imagen para volver al poder a través de su hombre de mayor confianza, Zuluaga.
Santos fue electo en 2010, mostrando un perfil de cruzado contra la guerrilla y de franca oposición con lo que representa Venezuela y los países agrupados en el ALBA. Todo en sintonía con su entonces jefe político Uribe. Pero ni bien llegó al poder, alcanzó acuerdos con el entonces presidente venezolano Hugo Chávez para restablecer plenamente las relaciones y comenzó a tejer lazos políticos para iniciar un proceso de paz con la guerrilla, que ahora se encuentra en su fase final en La Habana.
Para Uribe, ello fue una traición que lo llevó, a partir de 2011, a hostigar y mostrarse en franca oposición con el gobierno. En marzo, el ex mandatario se vio favorecido al ser electo senador, y el triunfo en primera vuelta de Zuluaga le dio nuevos bríos.
“Santos no tenía más opción (que desmarcarse) si quería hacer un gobierno de Santos y no una gestión como títere de Uribe. Después se equivocó lo suficiente como para ver peligrar su reelección ahora”, opina el analista Bernardo Gutiérrez.
Las últimas encuestas muestran que sólo si los colombianos acuden masivamente a las urnas, Santos puede revertir la situación a su favor, aunque la llave de estos comicios parecen tenerla los indecisos. Un grupo que se mostró hastiado de la guerra verbal y de denuncias entre los candidatos, Uribe y el ex presidente, César Gaviria, a la postre jefe de campaña del jefe de Estado.
Lo que primó a lo largo del debate de campaña no fueron la economía, que durante el gobierno de Santos creció un 4% en promedio, ni la situación social, sino la paz y qué perfil de país quiere adoptar Colombia, si un país abiertamente distanciado del resto de sus vecinos y en guerra constante contra la guerrilla u otro más pragmático y de integración en la región que ayude a poner fin a medio siglo de conflicto interno y así poder experimentar, por primera vez en lo que va del siglo, un intento de desarrollo sin violencia.
Ese que fue el motivo principal del divorcio entre Santos y el uribismo, es lo que, parece, deberá elegir el electorado, que como máximo juez tendrá la última palabra.
Casi 33 millones de colombianos están habilitados para votar. Como no es obligatorio sufragar, en la primera vuelta la abstención fue de 60%. Con el Mundial de Futbol de Brasil en marcha, al que Colombia clasificó por primera vez en 16 años, la afluencia a las urnas no promete mejorar mucho. En la primera vuelta, celebrada el 25 de mayo pasado, Zuluaga, del partido Centro Democrático, ganó las elecciones con 29.24%, seguido por el presidente Santos, quien obtuvo el 25.47%, de la Unidad Nacional.
El Ministerio de Defensa desplegó más de 437 mil hombres de la Fuerza Pública para que custodien el 99.94% de los 10 mil 642 puestos de votación que estarán habilitados en todo el país.
Pese a la tregua unilateral que la guerrilla de las FARC decretó entre el 9 y el 30 de junio para las elecciones, miembros de la Policía, el ejército y la Armada estarán atentos a cualquier eventualidad
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