Berlín, Ale. / Oct. 5
Basados en la fortaleza de la economía de los países de la Unión Europea y de sus instituciones financieras, analistas y políticos alemanes y europeos confiaban en que los efectos de la crisis financiera se limitaría a Estados Unidos.
Durante los últimos días, la crisis de los mercados golpeó de lleno a Europa y obligó a que los gobiernos de Alemania, Bélgica y Reino Unido intervinieran, pese a que algunos dirigentes se esfuerzan aún en intentar marcar distancia con las políticas estadunidenses.
Primero se anunció la estatización del banco hipotecario británico Bradford & Bingley –cuya división de ahorros y depósitos será vendida al gigante español Santander-, luego la venta del banco belga Fortis y del islandés Glitnir a los Estados belga, holandés y luxemburgués.
Y este mismo día, el gobierno alemán celebra una reunión de emergencia para salvar al banco el Hypo Real Estate (HRE), el segundo hipotecario de Alemania, que está al borde de la quiebra después de que la banca privada rechazó un plan para rescatarlo.
El encuentro, liderado por la canciller federal Angela Merkel y su ministro de Finanzas, Peer Steinbruck, inició esta tarde, horas después de que se informó el fracaso del plan de rescate por 48 mil millones de dólares conjunto entre el gobierno y bancos privados.
El HRE quedó al borde de la quiebra por las inversiones en hipotecas basura y la compra de su subsidiaria irlandesa Depfa a mediados de año.
Este es uno de los mayores institutos financieros alemanes, con un balance de casi 400 mil millones de euros y una plantilla de mil 900 empleados, que financia grandes proyectos como aeropuertos, hoteles o edificios de oficinas y que carece de cartera de banca privada.
Las pérdidas registradas hasta ahora se cifraban en alrededor de 10 mil millones de euros, según los analistas.
El objetivo de la puesta a disposición de hasta 48 mil millones de dólares, que reunirían el gobierno alemán y un consorcio de bancos privados, sería el evitar un “efecto dominó” en el sistema financiero alemán, justificó un portavoz del gobierno germano.
Este plan, que cuenta con el respaldo de la canciller federal y de instituciones bancarias alemanas, tendría sien embargo consecuencias para la economía germana y sería contradictorio de la posición mantenida hasta ahora por las autoridades del país europeo.
Como primera consecuencia, el paquete de rescate financiero pondría en peligro el objetivo del gobierno de alcanzar un presupuesto equilibrado antes de 2011 sin adoptar nuevo endeudamiento, así como la meta de crecimiento de la economía alemana en 2009, que aumentaría en menos de uno por ciento.
A ello se suma, de acuerdo con analistas, la incertidumbre de si realmente la medida logrará frenar ese “efecto dominó”.
Muchos dudan de que el del HRE vaya a ser un caso aislado en Alemania y apuntan a que la pérdida de confianza desencadenada por el instituto bávaro pueda afectar a otros financieros inmobiliarios y estatales como Dexia, Eurohypo o Aareal.
Por otro lado, los acontecimientos recientes ponen en entredicho los análisis del banco emisor Bundesbank y del organismo de control financiero BaFin, que habían asegurado la robustez del sistema bancario alemán.
La propia Merkel y el Ministro de Finanzas, Peer Steinbruck, habían reiterado en diversas ocasiones que Alemania estaba mejor preparada para afrontar la crisis y que, si bien no se quedaría al margen, no sufriría consecuencias drásticas.
Merkel e Steinbruck descartaron, en consecuencia, aprobar medidas de rescate similares al paquete de rescate ratificado el viernes pasado por la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
Alemania confiaba en que la crisis no llegaría en esas proporciones al país basándose en que no existe una burbuja especulativa en el mercado inmobiliario alemán como la del estadunidense y una mayor estabilidad de sus bancos.
Pero algunos critican que se ignoraron señales indicadoras de la llegada de una crisis que no podía limitarse a Estados Unidos, en un momento en que los mercados financieros están totalmente globalizados:
En marzo pasado el gobierno germano tuvo que intervenir para evitar el colapso del banco público IKB, que precisó ayuda por valor de tres mil 500 millones de euros, y que vendió al fondo de inversión Lone Star.
También lo hizo con la caja de Baja Sajonia, que sufrió problemas de liquidez.
Pero el aspecto más controvertido de la situación son las acciones estatizadoras en economías capitalistas basadas en las leyes del mercado. ¿Dónde están las fronteras de las acciones públicas?, se preguntan estos días los analistas en Alemania.
La respuesta del sector público en Europa está siendo de mucho menor calada que la estadunidense, que ya nacionalizó gigantes como la aseguradora AIG y los institutos hipotecarios Freddie Mac y Fannie Mae. La ayuda pública está provocando una creciente ola de protestas.
Así, el presidente del Eurogrupo (integrado por los países de la UE con la moneda común, el luxemburgués Jean Claude Juncker, pidió a los gobiernos que “dejen de jugar al casino”.
Al contrario, aunque en Europa se descarta la aprobación de un paquete de medidas similares al estadunidense, se multiplican otras voces que piden disposición a intervenir en caso necesario, para evitar desastres financieros como el desplome de las bolsas.
Los movimientos de los últimos días han puesto en jaque a los mercados de acciones, que registraron fuertes pérdidas en espera de una reacción firme en Estados Unidos y que sus consecuencias positivas alcancen al continente europeo, al igual que lo hicieron las negativas.
La actual crisis poso también a prueba al Banco Central Europeo (BCE), del que algunos critican su ineficacia ante la coyuntura y exigen un cambio de política monetaria y una baja de los tipos de interés para incentivar la economía, frente a la prioridad de combatir la inflación a la que la institución sigue aferrándose.
La crisis ha dado la razón a Merkel en su incesante insistencia en lograr una mayor regulación de los mercados financieros internacionales, en aras de la transparencia y reglas más claras.
Este es uno de sus caballos de batalla desde hace meses, que quiere retomar ahora durante la próxima cumbre de la UE a mediados de octubre.
Allí, los jefes de Estado y gobierno de la UE tendrán que deliberar sobre la crisis financiera ya no como un asunto de ultramar, sino como una plaga dentro de sus fronteras, porque si algo está dejando claro es que se trata de un fenómeno global.
La víspera, en París, los gobernantes de las cuatro mayores economías de la Unión Europea (UE) aseguraron que garantizarán la liquidez de sus instituciones financieras ante la actual crisis con “todas las medidas necesarias”.
Con el fin de inyectar confianza a los mercados bursátiles europeos, los líderes de Alemania, Francia, Italia y Reino Unido, se comprometieron a actuar “de manera coordinada con el resto de Estados europeos”.
Los cuatro gigantes europeos sugirieron que se asegure la “protección adecuada al dinero del cliente, que los directivos que han fracasado sean sancionados y que los accionistas soporten el peso de la intervención”.
Asimismo, el primer ministro británico logró incluir en la propuesta una petición para que el Banco Europeo de Inversiones desbloquee 25 mil millones de libras esterlinas (44 mil 500 millones de dólares) para ayudar a pequeñas empresas que enfrenten dificultades.
Las propuestas de los cuatro líderes europeos serán revisadas y afinadas por los ministros de Economía y Finanzas de los 27 Estados miembros de la UE el próximo lunes y martes, en Luxemburgo.
Luego, serán debatidas por los jefes de Estado y gobierno en la cúpula europea que se llevará a cabo los días 15 y 16, en Bruselas.