México, D.F.-
La primavera egipcia se ha transformado en un verano caliente. La gente está nuevamente en las calles para derribar a un gobierno que no ha cumplido sus promesas de mejorar la situación del país. Una gran manifestación opositora cimbra la plaza Tahrir (de la Liberación) en El Cairo, en cuyos alrededores las fuerzas armadas apostaron tanques.
El Ejército, atendiendo el clamor popular, dio un ultimátum al presidente Mohamed Mursi y ante su presunta inacción para responder las demandas sociales, lo sacó del poder. Mursi ganó la presidencia por la vía democrática en 2012, el procedimiento de elegir gobernantes a través del voto que por primera vez, ese año, dejó de ser una ficción en Egipto, pero ahora, la democracia de la calle y el peso de los tanques, también emitieron su voto en contra del mandatario.
El pueblo egipcio aprendió a un alto costo a deshacerse en 2011 de una tiranía, la de Hosni Mubarak, un militar por cierto que gobernó casi tres décadas tras el asesinato por islamistas del presidente-militar Anuar Sadat en 1981. La rebelión en las calles, en la que las redes sociales y los teléfonos celulares tuvieron un papel crucial, renació esta vez para mostrar el descontento con el gobierno democrático-islámico que reemplazó al viejo régimen.
Egipto vive un desastre económico y social generado tanto por la larga dictadura corrupta de Mubarak, como por la desarticulación que causó la caída de las instituciones burocráticas que hacían funcionar el país. El Ejército, en cambio ha permanecido intocado, y es, sin duda, el garante del orden y la estabilidad. Siempre ha sido el poder tras el trono y desde que Egipto firmó la paz con Israel se benefició de la asistencia millonaria de Estados Unidos.
Las Fuerzas Armadas que alguna vez estuvieron bajo la tutela soviética, son ahora uno de los sectores más occidentalizados y modernos. La caída de Mubarak desnudó sus privilegios pero no al grado de desacreditarlas ante la sociedad egipcia. Hoy, como golpistas, aparecen como una suerte de salvadoras de la patria. El golpe, con todo, ha sido incruento, aunque los choques entre partidarios de Mursi y la oposición dejaron al menos dos decenas de muertos en los últimos dos días. Y claro, habrá que estar pendientes de la reacción de los Hermanos Musulmanes.
En cuanto a la posición de la comunidad internacional, debe recordarse que Estados Unidos y los países occidentales con intereses en Medio Oriente, en general, apoyaron la transición a la democracia en Egipto y empujaron la salida de Mubarak, pero nunca dejaron de mostrar su preocupación porque las urnas dieran el poder a un miembro de los Hermanos Musulmanes que justamente podría poner en peligro el sistema democrático con la islamización del país.
Por ahora, la oposición a Mursi en las calles está celebrando su derrocamiento, en una extraña suerte de democracia golpista o de revolución con los tanques de su lado. Parecen ser las nuevas formas de la lucha política en el siglo XXI.
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