Ciudad de México.-
En medio de los recientes ataques israelíes hacia la ciudad gazatí de Rafah, como medida del gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu para acabar con el grupo terrorista Hamas, el temor y la incertidumbre de las familias incrementa ocasionando que recurran a medidas extremas para ser identificados en caso de que alguno de ellos pierda la vida.
Tal es el caso de una doctora palestina, quien tuvo que escribir el nombre de sus hijos en sus muñecas para poder ser identificados.
“He escrito los nombres de mis hijos y de mi familia en sus muñecas y en sus piernas para que nos puedan identificar si nos bombardean y destruyen el lugar donde estamos. ¿Alguno de ustedes se ha sentido así antes de que empiece la noche y ha tenido que permanecer despierto esperando a que algo semejante ocurra?”, se lee en un mensaje de texto.
La también coordinadora de Médicos Sin Fronteras en Rafah, a través de cartas y audios compartidos por MSF a EL UNIVERSAL describió la terrible experiencia que atraviesa en medio de la incursión terrestre israelí en el extremo sur de la Franja de Gaza y donde se encuentra la mayoría de los casi dos millones de desplazados por la guerra.
“Hoy es lunes 12 de febrero. Me desperté a medianoche a causa de un bombardeo y no pude volver a dormirme. Hacia las 5 de la mañana hubo un ataque aéreo muy fuerte y al principio pensé que era mi casa la que había sido alcanzada. En cuestión de segundos, pensé en mis hijos y oí cosas cayéndose por la habitación.
“Así que cubrí con las sábanas a mi hija pequeña, que dormía sobre mi brazo, y fui corriendo a ver cómo estaba el resto. Mi hija mediana dormía a mi lado. La cubrí con mi cuerpo. Un montón de cosas caían sobre mi espalda, golpeándome. Cascotes, maderas… muchas otras cosas que ni siquiera sé lo que eran. Todo en cuestión de segundos”, detalló.
En dicha carta la doctora explicó que ante la reciente incursión terrestre por parte de las fuerzas armadas israelíes en la ciudad gazatí los habitantes solo se concentran en permanecer con vida.
“En ese momento, no sentí nada más que dolor. Mi mente ni siquiera estaba allí; yo estaba como ida. Después de comprobar que mis hijos estaban bien, bajé a ver cómo estaba el resto de mi familia. Estamos viviendo en su azotea. Bajé hasta donde estaban ellos. Gracias a Dios están todos vivos y nadie resultó herido.
Salimos de casa durante una hora; hasta que salió el sol. Cuando volvimos, pude ver mejor lo que había pasado. Todo estaba cubierto de arena, de polvo. Todas las ventanas y puertas estaban agujereadas. Hemos perdido muchas cosas, pero al menos estamos vivos”, relató en una carta.
Asimismo, relató que pese a que ninguno de sus familiares perdió la vida, el pánico se apoderó de ella después de que se percatara de los daños ocasionados, así como pedazos de carne humana en sus alrededores.
“En nuestra casa, mientras comprobábamos los daños, encontré pedazos de carne humana. Encontramos una extremidad inferior entera, perteneciente a alguien que no sabemos ni quién es. Cuando vi los trozos de carne en el suelo, lloré. El que sobrevive está condenado a sufrir una y otra vez, como si fuera víctima de una maldición; abandonado por todo el mundo.
“No es justo. No sé cómo la gente puede dormir sabiendo que nuestros hijos sufren esta injusticia. Sólo somos civiles. Yo soy médica. Mi marido es médico. Y estamos sufriendo desde el primer día de esta guerra. No sé si va a terminar pronto. No sé si vamos a sobrevivir la próxima hora o la siguiente”.
En cuatro meses de guerra, la ofensiva israelí sobre la devastada Franja de Gaza ha dejado 28 mil 473 muertos y 68 mil 146 heridos, la mayoría niños y mujeres, mientras los sobrevivientes, entre ellos cerca de dos millones de desplazados (casi la totalidad de la población), enfrentan el colapso de los hospitales, el brote de epidemias y la persistente escasez de agua potable, alimentos -con niveles que rozan la hambruna- así como de medicinas y electricidad.