El ultimo día de vida del mexicano condenado a muerte por el estado de Texas, José Ernesto Medellín, ha sido como la pandilla a la que pertenecía y por cuyo rito de iniciación asesinó a dos adolescentes: en blanco y negro (Black & Withe).
En el blanco podemos mencionar el esperado reencuentro con sus padres que no veía desde hace siete años debido a que las autoridades penitenciarias consideraron que María Rojas y Venancio Medellín -padres de Ernesto- lo estaban incitando a que escapara, derivado de una conversación que tuvieron en el 2001 donde pronunciaron en varias ocasiones la posibilidad de una huida por parte de Medellín.
Dicho acto fue considerado como una ofensa grave y se condeno a Ernesto a no ver a sus padres por el resto de su vida, además de que fue confinado en la unidad Polunsky en el condado de Livingston, Texas, a unos 150 kilómetros de Huntsville.
Con pantalón de tela y camisa sin mangas todo de color blanco como es la vestimenta acostumbrada de la unidad Polunsky, el tamaulipeco recibió a sus papás con lágrimas en los ojos como si la resistencia que había demostrado hasta ahora se quebrara por un momento.
Los padres del joven de 33 años, quien será ejecutado este martes en punto de las 6 de la tarde si el gobernador de Texas Rick Perry o la junta de perdones no le otorgan clemencia, sintieron en carne propia una vez más la frialdad de los locutorios, ya que Ernesto detrás de una vitrina y hablando a través de un teléfono fue lo único que consiguieron los papás.
“De hecho se hizo un esfuerzo sobre humano durante las negociaciones entre el Consulado Mexicano y las autoridades del Departamento de Justicia Criminal de Texas (TDCJ) para que se les concediera un último momento a los padres y que por un momento se dejara de lado la supuesta ofensa que se cometió”, dijo Sandra Babcock, la abogada del joven.
Negro por lo frías, calladas y solitarias paredes que lo rodean en la prisión de Livingston, Texas, de donde sólo saldrá un par de horas antes de su ejecución para ser trasladado a la ‘Casa de la Muerte’ (Death House) en la unidad penitenciaria de Huntsville, Texas llamada ‘Las paredes’ (The Walls), de donde fue retirado por su presunto intento de escape.
La razón por la que las autoridades hayan movido a Ernesto Medellín es que en el 2001 el TDCJ aún vivía la psicosis de que tres años atrás siete prisioneros “misteriosamente” lograron escapar de la unidad carcelaria de las grandes paredes rojas.
“Recuerdo que fue el 26 de Noviembre de 1998 cuando siete presos condenados a muerte, aún no sabemos cómo lograron escapar de The Walls, burlaron a todas las autoridades, nunca se supo bien a bien como lo lograron, pero salieron y eso tuvo por mucho tiempo a todos preocupados”, aseguró a EL UNIVERSAL, Jim Hubbart, el encargado del Museo de la Prisión en Texas.
Relató que la fuga masiva “trastocó nuestra vida, porque fue una psicosis completa que vivió la ciudad, era algo imposible, pero sucedió”.
Uno a uno los fueron atrapando y la alarma concluyó el día 3 de diciembre del mismo año cuando encontraron el cuerpo del último de los siete, “dijeron que entre ellos mismos lo habían asesinado”, concluyó el encargado.
De acuerdo a información confidencial proporcionada a EL UNIVERSAL, Ernesto Medellín tuvo sus cinco minutos de oscuridad dentro del brillo de la visita de sus padres, ya que por unos momentos sufrió un ataque de desesperación al saber que esa era la última vez que los vería y que muy seguramente el atardecer de este lunes sería el último de su vida.
La prisión no le concedió ningún alimento especial y este lunes al igual que los demás días su dieta fue la básica de las prisiones, por la mañana café y pan o un cereal, a medio día verduras y un guisado con carne y por la tarde cenó unos hotcakes con mantequilla.
Dado que los horarios al interior de la unidad Polunsky son distintos, el primer alimento se hace entre dos y tres de la mañana y el último a las cinco de la tarde, contemplando que a los prisioneros del pabellón de la muerte los alimentan cada 8 horas.
Debido a que el lunes fue su ultimo día y el siguiente paso es saberse perdido o defendido, los guardias del Death Row le retiraron a Medellín la máquina de escribir y los libros, ya no le dejaron contestar ninguna carta -actividad que realizaba diariamente a ritmos de una por día-, ni le permitirán el contacto con alguna persona. A partir de las 5 de la tarde fue confinado a su oscura, reducida y fría celda.
Los próximos rayos de sol que el mexicano vea podrían ser los últimos, ya que el martes a una hora no comentada por las autoridades será trasladado desde la unidad Polunsky en Livingston hasta la Death House (Casa de la Muerte) en Huntsville, Texas.
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