Ciudad de México.-
El primer golpe ya fue dado. El pasado viernes 4 de marzo, las fuerzas militares rusas invadieron la planta de energía nuclear Zaporizhzhia, la más grande de Europa, tras la detonación de fuego en uno de los edificios que fue incendiado. Por fortuna, las llamas fueron abrasadas sin que eso alterara a los reactores de la central térmica. A su vez, los detectores reportan niveles de radiación adecuados. Sin embargo, la posibilidad que la guerra Rusia-Ucrania alcance los sitios nucleares pende en una línea muy delgada entre realidad y ficción. La revista “Nature” ha estudiado las consecuencias e implicaciones que esto traería.
Las preocupaciones en torno a la toma de la planta Zaporizhzhia tienen su justificación detrás de la gran actividad que supone dicho centro, pues cuenta con seis reactores nucleares en funcionamiento y una capacidad de casi 6 gigavatios, equivalente a 6 mil millones de vatios, es capaz de proveer de gran parte de la electricidad al pueblo ucraniano. Pero ahora, ya no sólo es visto como un sistema de aprovechamiento, sino como un potencial peligro a manos de la invasión rusa, pues de ser detonado generaría una catástrofe más o menos a la acontecida en Chernobyl, durante la primavera de 1986.
Pero si bien, las consecuencias de una explosión en esta planta nuclear han sido comparados con los efectos letales en Chernobyl, expertos en seguridad nuclear aseguran que entre planta y planta hay muchas diferencias, pues Zaporizhzhia, construída entre 1994 y 1995, por lo que su diseño fue creado para satisfacer otras necesidades que no fueron tomadas en el centro soviético. Además, la planta ucraniana fue asegurada por un recipiente de acero presurizado que, a su vez, es resguardado por una enorme estructura de contención de hormigón armado (VVER, por sus siglas en ruso).
Michael Bluck, director del Centro de Ingeniería Nuclear del Imperial College de Londres, señaló, a la revista científica, que esta planta tiene múltiples sistemas de respaldo de seguridad, por lo que por un accidente sería muy poco probable que se produjeran daños colaterales. Lo que sí preocupa al investigador es que elementos rusos que busquen romper la estructura de contención de Zaporizhzhia.
“Si un misil se desvía, me preocupa menos [eso]. Son estructuras muy robustas”, puntualizó.
Por su parte, Koji Okamoto, investigador de seguridad nuclear de la Universidad de Tokio, coincidió con Bluck al expresar que, probablemente, una estructura de contención puede tener resistencia a las armas normales. La improbabilidad de una catástrofe provocada por un accidente es tal que, la científica nuclear Cheryl Rofer dijo que ni en Chernobyl podría suceder, ya que los materiales peligrosos se encuentran encerradas en un “caparazón de acero”, y hormigón que se vertieron encima del edificio.
Pero, hay otra circunstancia en la que Zaporizhzhia se encontraría tan endeble como para resistir un incendio. Se trata de los tanques de comestibles en desuso que son guardados en la planta, mientras se enfrían. De ser intervenidas, con fines bélicos, el combustible podría filtrarse y hervir a tal grado que las varillas del tanque se sobrecalentarían hasta explotar. Aunque su alcance no sería comparable al territorio afectado en Chernobyl, las personas que se encontraran cerca de la planta ucraniana pagarían las consecuencias.
Aunque las barras de combustible implican un visible riesgo, este disminuye si llevan enfriándose semanas o meses; entre más tiempo de almacenamiento, la gravedad se reduce. Esto debido a que el yodo-131, el principal isótopo cancerígeno del combustible, es de descomposición rápida. Por ello, las y los expertos pormenorizan la necesidad de mantener la energía y enfriamiento externo de la planta, pues si bien desde el 4 de marzo, cuando ocurrió el incendio de uno de sus edificios, cinco de los seis reactores fueron cerrados, “un reactor que todavía está cargado con combustible no está completamente libre de riesgos”.
Las y los especialistas explicaron que los núcleos de uranio se rompen y generan otros compuestos más ligeros, que se resguardan en las barras de combustible. Estos isótopos se acumulan durante la vida útil de las varillas, generando compuestos altamente radiactivos, lo que continúa produciendo calor incluso tras de ser apagados. Ahí la necesidad que un reactor sea enfriado aún en estado de actividad.
“Si no lo enfría hasta que se acabe, entonces el núcleo se sobrecalentará”. Si el enfriamiento activo de los reactores se detuviera repentinamente, plantas como Zaporizhzhia podrían enfrentar un escenario análogo al de la planta de energía nuclear Fukushima Daiichi en Japón, dimensionó Bluck.