Washington, D.C. / Oct. 5
Cuando sólo falta un mes para las elecciones presidenciales en EU, la amenaza de un naufragio en el horizonte ha obligado al republicano John McCain a dar un drástico golpe de timón para imprimir a su campaña un tono más sucio y agresivo, a fin de contener el avance de ese huracán llamado Barack Obama, que ha conseguido comerle terreno en una decena de estados que votaron en 2004 en favor de George W. Bush.
En el curso de los últimos días, al retroceso de McCain en Michigan —el octavo estado por número de delegados—, se han sumado las malas noticias en New Hampshire, Wisconsin y Pennsylvania, donde las encuestas consignan el avance de Obama con entre 5 y 8 puntos de diferencia frente al republicano.
El pánico a un golpe de marea que extendería el gradual avance de Obama en Florida y Nuevo México —dos estados cruciales para mantener las expectativas de victoria—, han obligado así a la campaña republicana a replantear su estrategia para evitar que su candidato siga contra las cuerdas.
Como parte de esta ofensiva, la campaña republicana ha decidido echar mano de Sarah Palin —o Sarah “barracuda”, como la llamaban por su garra y agresividad en sus años de jugadora de baloncesto en Alaska—, para convertirla en el arma de destrucción que se encargará de lanzarse a la yugular del demócrata, mientras McCain trata de contener la sangría de apoyos que la crisis económica y una amplia ofensiva de los demócratas ha acelerado en tradicionales enclaves republicanos como Florida, Michigan y Virginia.
Precisamente, en uno de sus primeros ataques contra el demócrata, Palin lanzó este sábado un dardo cargado de insidia para lamentar que Obama cofraternice con terroristas radicales “que podrían atacar a su propio país”, en alusión a la supuesta relación entre Obama y el ex militante de extrema izquierda Bill Ayers, líder del movimiento radical Weathermen Undergound, que protagonizó atentados contra edificios federales en la década de los 60 y que se entregó a sí mismo al FBI cuando Obama era un niño, para luego convertirse en un respetable profesor en la Universidad de Chicago, donde conoció a Obama como senador.
A esta acusación, que los republicanos ya han utilizado sin demasiado éxito, la campaña de McCain sumará los golpes bajos que el republicano sacará a relucir durante el debate del próximo martes, en la Universidad de Belmont, en Nashville, Tennessee. Será ahí donde McCain buscará jugarse el todo por el todo para tratar de frenar el imparable ascenso de Obama, que sigue beneficiándose de las malas noticias en el frente económico.
“Les garantizo que en ese debate se darán cuenta quién es el verdadero conservador y quién es el liberal”, adelantó McCain durante un mitin de campaña, en alusión a los ataques que dirigirá a su adversario demócrata para volver a presentarlo como el candidato en favor de elevar los impuestos a la clase media.
A pesar de que Obama ha insistido en que su propuesta pasa por aumentar impuestos sólo a quienes ganen por encima de los 250 mil dólares anuales, la estrategia de McCain —considerada como vieja, tramposa y poco efectiva por un nutrido grupo de analistas—, se convertirá así en el eje de la campaña republicana que confía en el poder de la mentira y su repetición para erosionar la imagen de Obama.
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