Washington, E.U.-
En la Casa Blanca de Donald Trump las cosas nunca suceden de forma orgánica, tranquila, siguiendo una pauta preestablecida: todo va a un ritmo de desenfreno, todo es fulminante y abrupto, salvaje. También lo fue la última de las sorpresas: la renuncia inesperada del portavoz presidencial, Sean Spicer. Sólo duró en el cargo seis meses y un día.
La salida de Spicer, efectiva a finales de agosto, sacudió a Washington como un terremoto de gran magnitud y fue vista como la enésima prueba del caos y la crisis permanente del gobierno de Estados Unidos. El detonante fue la contratación de Anthony Scaramucci como nuevo director de comunicación, un conocido hombre de Wall Street sin experiencia en el rubro.
La llegada de Scaramucci, quien durante la campaña fue un gran activo a pesar de su pasado de crítica al magnate e incluso cercanía a Hillary Clinton, llegó gracias a dos de los principales asesores de Trump: su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner. La contratación se hizo a escondidas del grupo de decisión más presente en el Despacho Oval, conscientes de la animadversión que presentaba la figura del ya nuevo director de comunicaciones.
En privado, Spicer y el jefe de gabinete, Reince Priebus, dijeron que Scaramucci sólo entraría al Ala Oeste de la Casa Blanca por encima de sus cadáveres. Incluso, Steve Bannon, jefe de estrategia e ideólogo, habría expresado su descontento. “Sería un grave error”, dijo Spicer en la víspera de su renuncia, cuando los rumores se multiplicaron. A varias personas cercanas y periodistas advirtió que si se confirmaba, él se iba. Cumplió con la promesa. “Ha sido un honor y privilegio servir al presidente”, se despidió a través de Twitter.
La desconfianza de Trump en Spicer era conocida y notoria. “Mi equipo de comunicación no tiene por qué saber qué tengo en la cabeza”, llegó a decir el presidente una vez, demostrando no sólo la falta de confianza en su equipo sino la certeza que él es su mejor portavoz.
En las últimas semanas, Spicer desapareció como figura principal en la portavocía, fue culpado internamente por la familia Trump por una supuesta mala gestión comunicativa de la crisis por la reunión de Donald Jr. con abogados rusos, y no estaba presente en la última entrevista del presidente con “The New York Times”.
Spicer aguantó todos los envites. Figura relacionada con la maquinaria más tradicional del
Partido Republicano, entró en el equipo como gesto hacia el partido, para contentar a un organigrama temeroso de la volatilidad del presidente.
Desde su cargo ocultó con un tono desafiante y agresivo la incomodidad de su posición, aguantando desde las críticas por mentir desde el podio presidencial hasta las burlas por parodias en programas televisivos como “Saturday Night Live”. Sólo Scaramucci consiguió que renunciara al cargo.
En un comunicado leído por la nueva portavoz de la Casa Blanca, la hasta ahora número dos en el cargo Sarah Huckabee Sanders, lo único que Trump defendió de su ya ex portavoz fueron sus “fantásticos índices de audiencia” de sus conferencias de prensa cuando eran televisadas. La última vez que hizo una fue el 20 de junio.
Scaramucci demostró en poco menos de media hora por qué Trump lo eligió: es prácticamente la antítesis de Spicer. Confiado, cómodo ante la prensa, con mensaje claro sin titubeos, imagen impecable, conoce al presidente de hace décadas y sabe qué le gusta oír y hacer. La confianza de Scaramucci es tal que, para despedirse de los periodistas, lanzó un beso al aire.
A pesar del mensaje de unidad ante la decisión que quiso mostrar la Casa Blanca, la tensión está más a flor de piel que nunca. Puede ser el primer aleteo de un efecto mariposa que concluya con una sacudida radical del equipo de Trump, dispuesto a lanzar el órdago definitivo a un Partido Republicano que, sin ningún éxito en el Congreso, no impide que toda la política se centre en el Rusiagate. Y, para enfrentarse a eso, Trump quiere rodearse solamente de los suyos.
El próximo en salir podría ser Priebus quien, sin Spicer, pierde uno de sus grandes aliados dentro del Ala Oeste. De momento, a pesar de las discrepancias con Scaramucci, dijo estar al “cien por cien” con el nuevo fichaje.