Washington, E.U.-
La capital estadounidense amaneció con una temperatura que casi llegaba a los cero grados y con un amanecer lluvioso que daba una percepción de frío aún más bajo. Las calles, normalmente vibrantes con la actividad cotidiana, se transformaron en un espacio de resistencia colectiva contra la llegada de Donald Trump, de nuevo a la presidencia estadounidense.
Desde temprana hora, Franklin Park, Farragut Square y McPherson Square en DC comenzaron a llenarse de una marea multicolor y multiétnica. Había mujeres de todas las edades, jóvenes con gorros tejidos, familias completas, parejas de todas las preferencias, mamás que empujaban carritos de bebé cubiertos con plásticos improvisados para protegerlos de la lluvia. Cada rincón se llenó de vida: había pancartas hechas a mano, tambores que marcaban ritmos ancestrales, conjuntos musicales en distintos puntos de la marcha, incluidos ritmos latinos, oradores de Dios y voces que practicaban consignas. Las ligeras gotas que a esa hora goteaban en el pavimento se mezclaba con la creciente energía de la multitud.
Cuando el reloj marcó las 10:00 horas, las primeras filas comenzaron a avanzar. La marcha fluyó desde los puntos de concentración hacia las principales avenidas de la ciudad, para converger más adelante. La distancia que separaba los puntos de partida hasta el Monumento a Lincoln, pasando por el National Mall fue de aproximadamente 2 kilómetros y medio.
Las pancartas en general entre los adultos eran un espectáculo. Desde “Mi cuerpo, mi decisión” hasta “La justicia no tiene fronteras”, pasando por “Elon Musk y Mark Zuckerberg se aman” con una fotografía creada con Inteligencia Artificial donde se ven estos dos multimillonarios besándose en la boca.
El camino estaba flanqueado por voluntarios que organizaban el flujo de personas y aseguraban que nadie quedara atrás. La policía, presente pero discreta, observaba desde los márgenes. Su presencia no generaba tensión.
Los cánticos eran interrumpidos ocasionalmente por risas, aplausos espontáneos o el ritmo constante de los tambores que marcaban el paso. Cuando la multitud llegó al Monumento a Lincoln después del mediodía, la escena era imponente: un rio de colores convergiendo al espejo de agua. El espacio frente al Reflecting Pool, habitualmente tranquilo, estaba ahora lleno de vida.
Se calcula que alrededor de 50 mil personas asistieron al llamado de este año. La lluvia había cesado para entonces, pero un poco de era suficiente para ondear las banderas, sacudiendo las pancartas. El sonido de los cánticos disminuyó gradualmente mientras las primeras oradoras subían al escenario.
Tamika Middleton, directora de Women’s March, fue la primera en tomar el micrófono. Expresó: “Hoy no marchamos sólo por nosotras. Marchamos por nuestras hijas, por nuestras madres, por todas las mujeres que no pudieron estar aquí hoy. Esta lucha es nuestra, y no descansaremos hasta que se haga justicia”.
Después, Mini Timmaraju, activista por los derechos reproductivos, agregó: “Cada mujer que alza la voz hoy lo hace por todas las generaciones que vienen. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de hacer de este mundo un lugar más justo. Y no nos detendremos. Esta marcha es sólo el principio”.
Olivia Hoffman, una de las oradoras principales y defensora de los derechos LGBTQ+, habló con firmeza y pasión, “no somos una lucha aislada. El movimiento por los derechos de las mujeres, por la igualdad racial, por los derechos de la comunidad LGBTQ+ son uno solo. ¡La opresión de unos es la opresión de todos! Y aquí estamos para erradicarla, para abrazar la justicia”.
Las voces se alzaron nuevamente cuando Analilia Mejía, co-directora de Popular Democracy, dio su discurso. Alzó su micrófono y con voz firme dijo: “Este es el momento, el momento en que decidimos no dar un paso atrás. Esta marcha es nuestra forma de decir que no estamos solas y que vamos a seguir luchando, por cada comunidad, por cada mujer, por cada niño”.
Alrededor de las 16:00 horas, la multitud comenzó a dispersarse lentamente. Quedó una sensación compartida, una certeza de que ese día no era un final, sino un comienzo; tal y como varios de los oradores lo dijeron. El Monumento a Lincoln, que había sido testigo silencioso de tantas luchas, ahora guarda el recuerdo de esta marcha como un nuevo capítulo en la historia de la resistencia colectiva de las comunidades más vulnerables.