Chalco,, Edo. Mex. / Abril 30.-
El 7 de mayo de 1990, durante su segunda visita a México, el Papa Juan Pablo II, celebró la Santa Misa ante más de 500 mil personas, en el municipio de Valle de Chalco, en el estado de México.
Aquel día el “Papa Viajero”, mencionó durante su homilía: “No podemos vivir y dormir tranquilos mientras miles de hermanos nuestros, muy cerca de nosotros, carecen de lo más indispensable para llevar una vida humana digna”, refiriéndose a los damnificados que había dejado el trágico terremoto que había sufrido la capital de nuestro país, cinco años antes.
El pasado 2 de abril, se cumplieron seis años de la muerte de uno de los líderes de la iglesia católica más carismáticos e influyentes durante el siglo XX, y será este domingo, cuando se lleve a cabo la misa de beatificación a cargo del Sumo Pontífice Benedicto XVI, en una ceremonia a la que se esperan alrededor de un millón de personas y 87 delegaciones oficiales.
Gianfranco Svidercoschi, biógrafo de Karol Wojtila, asegura que el Pontífice fue un líder que se colocó por encima de las categorías políticas, un Papa que nunca calculó sus gestos públicos y esto le dio credibilidad.
“Su política era hacer descender las cosas del evangelio, el veía las cosas desde otro punto de vista, si hubiese actuado en los términos como los consideramos nosotros, con la izquierda y la derecha, no habría cambiado la historia”, añadió.
Uno de los rasgos característicos del pontificado de Juan Pablo II fue recorrer el mundo y estar presente en todos los continentes. El interés del Papa viajero por México, queda constatado en sus cinco visitas: 1979, 1990, 1993, 1999 y 2002. Aunque los objetivos fueron exclusivamente pastorales, no se puede negar su influencia en temas no sólo evangelizadores, sino también políticos y sociales.
La beatificación se llevará a cabo a partir de las 10:00 horas por parte del Papa Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro, ese mismo día el Vaticano expondrá el ataúd de Juan Pablo II y más tarde trasladará en privado sus restos hasta la capilla de San Lorenzo, dentro de la misma Basílica de San Pedro, un lugar de fácil acceso para los millones de peregrinos.
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