Guadalajara, Jalisco / Octubre 29.-
“Y retiemble en sus centros la tierra…”, demanda la letra concebida por el poeta Francisco González Bocanegra. Así fue.
Un chico de 21 años de edad lo hizo realidad con el mágico zurdazo (75’) que otorgó al Tricolor la anhelada medalla de oro en los XVI Juegos Panamericanos. Electrizante momento, con similar carga emocional a aquel cuando esa frase del Himno Nacional Mexicano se escuchó durante la ceremonia de premiación.
Fue entonces que Jerónimo Amione no pudo contenerse más. Con la presea áurea en el pecho, derramó lágrimas de placer, elíxir que sirvió para describir lo que era imposible con palabras.
No le importó el severo dolor que experimentó tras la dura entrada que le costó no seguir en el partido. Tampoco importó que jugara los 90 minutos. Su gol fue suficiente para que la Selección Mexicana se impusiera a la de Argentina (1-0) y llegara a lo más alto del podio panamericano.
Misión cumplida para Luis Fernando Tena y su castigado equipo. Por eso, muchos lloraron al compás de los acordes del Himno Nacional.
“…Un laurel para ti de victoria”, esa que saborearon como lo que la mayoría es: jugadores que todavía están en la niñez de su carrera futbolística, ajenos a las negras historias en momentos clave.
Escribieron la suya con base en lucha, paciencia y temple, mucho temple. No cayeron en el ardid propuesto por los argentinos, para quienes la rudeza no fue recurso, sino método.
Germán Pezzella, Hugo Nervo y Adrián Cirigliano presumieron sus “cualidades” como golpeadores. Ni la expulsión de David Achucarro (88’) los frenó. Oribe Peralta y Amione eran los blancos.
Tarea que llevaron a cabo casi a la perfección, porque el talentoso delantero atlantista se las ingenió para desprenderse de la férrea marca y aparecer solo dentro del área. Javier Aquino le sirvió con precisión. El resto fue teñir de oro su nombre.
“…Piensa, oh patria querida, que el cielo un soldado en cada hijo te dio”. Lucharon como tales todo el encuentro, sin importar la dificultad del rocoso adversario.
Eso explicó la dulzura del Cielito Lindo, en voz de Pedro Infante, tras el silbatazo final del salvadoreño Marlon Mejía. Los decibeles aumentaron gracias a El Rey, con interpretación de José Alfredo Jiménez. Melodías que acompañaron la conmovedora vuelta olímpica a la cancha del estadio Omnilife.
El clímax llegó con la premiación. El izamiento de la bandera verde, blanca y roja, junto a los acordes compuestos por Jaime Nunó, resultó un instante imborrable para los 45 mil asistentes a la moderna casa del Guadalajara.
Única medalla de oro mexicana atestiguada por la flama panamericana, la cual ardió intensamente con la compañía de una decena de llamas colocadas en el techo del inmueble. Más calor al de por sí hirviente estadio.
Script cumplido. La presea que esperaba el pueblo por fin se sumó, logro que no se presumía desde Winnipeg 1999.
Cuarta ocasión que el Tricolor ve a todos desde lo más alto del podio continental. Revancha consumada.
“Y retiemble en sus centros la tierra…”, exigió González Bocanegra. Así fue. El Flaco pudo dormir tranquilo. Siguiente paso: clasificar a Londres 2012.
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