Guadalajara, Jalisco / Octubre 15.-
El volcán tapatío ya presume la flama que representa millones de anhelos. Fuego intenso, con la capacidad de iluminar a todo un continente y ser el motor de seis mil atletas.
Los XVI Juegos Panamericanos fueron inaugurados con una ceremonia ecléctica, caracterizada por el orgullo de ser mexicano, pero también salpicada de detalles modernistas y un gigantesco mosaico multicolor, formado por diminutas lámparas de mano, que por fin otorgó vida al estadio Omnilife.
“Jova” se fue con sus tormentas, pero una lluvia de fuegos artificiales emanó del centro del volcán. Episodio electrizante, que fue respaldado con la interpretación del Himno Nacional Mexicano. Vicente Fernández quebró los corazones por primera vez.
Se terminaron de resquebrajar con la aparición de los atletas mexicanos. Su presencia erizó la piel. Lágrimas por doquier, líquido que sirvió como expresión de un sentimiento indescriptible con palabras. El volcán hizo erupción. La gigantesca imagen del águila devorando una serpiente sobre el nopal enmarcó el instante. Delirio colectivo. Demostración de inquebrantable fe.
Clímax del desfile que protagonizaron los representantes de 42 naciones americanas. La delegación argentina lo abrió; el primer estruendo llegó cuando el escenario se tiñó de verde, amarillo y azul. Los atletas brasileños confirmaron su condición de favoritos sentimentales para los tapatíos, semilla dejada hace más de cuatro décadas por un equipo de hechiceros con el balón de futbol al que llaman “Scratch du Oro”.
Las opiniones se polarizaron en cuanto la bandera de las barras y estrellas cruzó el umbral. Los atletas estadounidenses, acostumbrados a los abucheos fuera de casa, dibujaron sonrisas en medio de la tibia rechifla que se llevaron. Unos cuantos aplausos y mucho desdén.
A Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco, le fue peor. Su discurso tuvo como espontáneo fondo algunas mentadas, pero también gritos de irrestricto apoyo.
“Que sea la ocasión para el inicio de la construcción de una América unida, desde Alaska hasta la Patagonia”, pidió, con lo que desató el aplauso de los deportistas, quienes desbordaron éxtasis cuando el presidente Felipe Calderón declaró inaugurados los XVI Juegos Panamericanos.
Hubo empatía hasta en los gustos musicales. Maná lo demostró con sus acordes. Apertura que tuvo tintes de clausura, sin acartonados protocolos… Era momento de disfrutar.
Y rendir pleitesía a quienes no estarán en la justa, pero se han ganado el reconocimiento popular.
Una constelación de mujeres y hombres mexicanos que ya han asegurado su sitio en la posteridad o se encaminan a hacerlo, atraparon reflectores en uno de los instantes más solemnes.
La ex Miss Universo Ximena Navarrete, Lorena Ochoa, Iridia Salazar, Soraya Jiménez, Saúl “Canelo” Álvarez, Daniel Bautista, Ernesto Canto y Fernando Platas cargaron la bandera de la Organización Deportiva Panamericana (Odepa), junto a otra pléyade de figuras, encargada de trasladar la del Comité Olímpico Internacional (COI). La integraron Teresa Edwards, Salvador Reyes, Guillermo Pérez, Ricardo Delgado, Rafael Márquez, Julio César Chávez, Daniel Aceves y Antonio Roldán.
Agasajo para los verdaderos protagonistas de la fiesta, cuyas hazañas son el motivo de esta unión de razas y pensamientos, el motor de un perene sueño de paz y libertad. Naciones hermanadas por el deporte. La única restricción habita en la mente de cada gladiador.
El sueño abrazado desde hace 15 años ya es una realidad. Los terceros Juegos Panamericanos a la mexicana iniciaron. La llama arde… Es hora de competir.
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