Barcelona, España / Septiembre 14.-
Dos minutos bastaron para romper el conjuro. Los restantes fueron mera simulación de un coloso que pareció caer rendido ante los “encantos” del tiqui-taca patentado por los genios de bolsillo catalanes.
Amarga presentación del monarca en la Champions League 2011-2012. Se descuidó en el primero y último instantes, suficiente para ser herido por un adversario con precisión quirúrgica, el cual nunca dejó de creer en sus posibilidades, pese al abrumador dominio al que fue sometido.
El silencio que atrapó al Camp Nou resultó la mejor expresión del dolor culé. El Milán le arrebató un heroico empate al Barcelona (2-2), gracias a su orden táctico y pegada en los momentos cumbres del cotejo.
Auténticos mazazos asestados por el peso completo más grande en la historia del balompié italiano. Su rival lo tuvo contra las cuerdas durante toda la confrontación, más el par de derechazos que conectó le alcanzaron para lograr la decisión dividida.
Eso explicó la incredulidad reflejada por Josep Guardiola mientras Thiago Silva festejaba el tanto (92’) que congeló a Cataluña. El central brasileño levitó en el aire, triunfó en la batalla de gladiadores sobre Carles Puyol, quien —frustrado— reclamó una inexistente falta al árbitro inglés Martin Atkinson. Se ganó la tarjeta amarilla.
Uno de los símbolos en la época contemporánea del Barça tuvo un triste regreso a las canchas. Reapareció tras dos meses y medio de inactividad, producto de muchas molestias en la rodilla izquierda, que le orillaron a someterse a una artroscopía.
No está en su mejor nivel; tampoco el resto del equipo. El Barcelona suma dos igualadas consecutivas, mini racha atípica para un plantel acostumbrado a superar a cualquiera.
La de este martes se unió al sorpresivo 2-2, del sábado anterior, en casa de la Real Sociedad. Partido que también dominó, pero fue incapaz de finiquitar.
Daba la impresión que sí lo haría ante los rossoneros, sobre todo después de la magistral ejecución de David Villa. El Guaje dio cátedra en el golpeo de balón parado (50’). Empezaba el segundo tiempo, los blaugranas se encaminaban a otra victoria.
El severo impacto moral que significó la tempranera anotación marcada por Alexandre Pato (24 segundos), quinta más rápida en la historia de la Liga de Campeones, fue superado con base en el efectivo hechizo que tiene al vértigo, precisión y sincronía como sus principales ingredientes.
Lionel Messi lo demostró en aquella mágica jugada que terminó con el tanto de Pedro Rodríguez (35’). “La Pulga” dribló a cinco rivales, se internó en el área italiana y sirvió el balón al atacante blaugrana, quien sólo lo empujó.
Nada nuevo. El Barcelona ya ejercía un claro dominio sobre su adversario. Le faltaba reflejarlo en el marcador.
Se conformó con el gol de Villa. Ganar por un tanto era suficiente para el coloso catalán. El Milán, aparentemente sometido, apenas insinuaba peligro con tímidos contraataques.
Miles de blaugranas ya celebraban la victoria, algunos más en el lienzo verde. Faltaba cumplir con el trámite de los instantes finales… Hasta que llegó aquel tiro de esquina.
Silva no perdonó, al igual que su compatriota en los segundos iniciales del duelo. Fueron un par de minutos, suficientes para acabar con el conjuro.
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