México, D.F.-
Su voz la reconocen de inmediato los jugadores, el tono está por encima de los decibeles normales. “Chicles, cigarros, chocolates…”, grita al momento de ingresar al estadio 10 de Diciembre, donde Cruz Azul entrenó este miércoles de cara al choque ante Atlas. Lionides Hernández lleva 33 años siguiendo a La Máquina, y no quería perderse la práctica en Ciudad Cooperativa.
Las cerca de dos horas de camino no le pesaron, aunque no le fue sencillo trasladarse desde San Cristóbal, Ecatepec, Estado de México. Su andar es lento y no sólo por el accidente que sufrió hace 12 meses que le provocó una fractura en la pierna, también porque, desde pequeño, le dio poliomelitis y tuvo que someterse a una larga rehabilitación.
Lleva en la mano un recipiente con dulces de todo tipo, que ofrece dentro del inmueble. En cuanto grita, Yosgart Gutiérrez es el primero que lo remeda. Lionides sólo esboza una sonrisa. “Conozco a todos desde que estaban pequeños, y a muchos otros como don Nacho Trelles, Patricio Hernández, Alberto Quintano, Rodolfo Montoya, (Carlos) Jara Saguier, Gerardo Lugo y Adrián Camacho, en fin muchos que pasaron por esta gran institución”.
Le ha tocado de todo, desde disfrutar las mieles del triunfo hasta la actual sequía. “He reído y llorado, pero siempre seguiré al club, en ningún momento he pensado en dejarlo”, dice al momento en que aclara que sólo vende sus productos para ver al equipo, ya que su labor es de supervisor de las Distribuidora de Cementos.
“Viajo por toda la República, pero me doy aquí mis escapadas, cuando me va mal saco 100 pesos o hasta 400”, dice orgulloso.
“Yo conocí a don Guillermo Álvarez Macías en 1974, en esa época el equipo era imbatible en toda la extensión de la palabra, era grande en sus cimientos y en la cooperativa. En ese entonces yo boleaba zapatos y me fui acercando el equipo gracias a Don Guillermo, y cada vez me identifico más con Cruz Azul, con la directiva y con los jugadores”, apunte Lionides.
Él es sólo uno de las decenas de aficionados que se dan cita para observar al equipo de cerca. La actividad de los jugadores y de la directiva es intensa. Por la mañana visitan la planta para convivir con los trabajados, después se toman varias fotos con estudiantes de una escuela que se ubica enfrente del 10 de Diciembre y que lleva el nombre del club.
“Mucho calor, pero valió la pena”, dice Christian Giménez al recordar que estuvieron cerca de una hora bajo el intenso sol, tomándose las placas que, en total, fueron 42. “Es importante venir para acá, estar con los hinchas”, dice.
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