México, D.F.-
Ocho años después de haber publicado “El testigo” -Premio Herralde 2004- otorgado por editorial Anagrama, Juan Villoro regresa a la novela con “Arrecife”, una historia que lo contiene todo: violencia, miedo, sexo, tráfico de drogas, emociones fuertes, rock, amistad, amor, redención y el mundo maya; una historia en la que el narrador, cronista y traductor contrasta el valor social que se le ha dado a la vida y a la muerte y cómo los seres humanos se han degradado con los años.
“Un poco de ahí surge la idea de explorar la violencia y el miedo porque hemos vivido una crisis de violencia terrible en los últimos años y no podemos cerrar los ojos ante eso aunque nos duele a todos los mexicanos, la violencia tiene muchas maneras de manifestarse, es inherente al ser humano, somos depredadores y tenemos que canalizar la violencia, a veces se logra de manera positiva, pero muchas otras no”, señala Villoro a EL UNIVERSAL.
Muchas de las preguntas que siempre han inquietado al autor de “Dios es redondo”, motivaron esta novela publicada por editorial Anagrama, entre estas: ¿por qué el peligro cautiva tanto a la gente?, ¿por qué nuestra naturaleza humana es así?, ¿cómo vive la gente en los hoteles resort que pintan como el paraíso? ¿por qué la violencia se ha incrementado tanto?.
Todos esos cuestionamientos están en “Arrecife”, una novela que retrata la violencia totalmente inútil de la actualidad y la compara con la violencia ritual de los mayas, donde el sacrificio era algo muy significativo. “Ellos castigaban el asesinato, sin embargo apreciaban tanto la sangre y la vida que la entregaban como lo más preciado que tenían para pacificar un mundo incierto”.
En esta búsqueda literaria, Juan Villoro quería reflejar a México como está “un país fracturado, roto, donde hay impunidad, corrupción, pero al mismo tiempo explorara a través de eso otras posibilidades del ser humano. Quería crear una trama divertida, de ser posible trepidante, y no sólo poner en contacto los sufrimientos de ese lugar sino también con los placeres que provoca”.
El autor que desarrolla con gran habilidad dos facetas, la narrativa y la periodística asegura que su pretensión con esta historia que tiene mucho de estructura policiaca, pues comienza con el hallazgo de un buzo asesinado y el esclarecimiento de su muerte es el hilo central de la novela, quiso que el tono de la historia lo diera la personalidad del narrador “que no necesariamente soy yo”.
Ese tipo que define como desencantado, mordaz, se parece un poco a los detectives de Raymond Chandler que, dice, están siempre cansados y que tienen una manera un tanto oscura de ver el mundo, pero que dentro su misma dureza y falta de esperanza acaban encontrando posibilidades de ayudar a los demás, de asociarse con seres lastimados y de integrar una muy extraña familia.
Su pretensión era sencilla: “quise hacer una novela no sólo del dolor que estamos viviendo en México sino de la amistad, el amor, la redención, la adopción y los valores que nos permiten sobrevivir en medio del infierno, hay cosas que no son infierno y son las que tenemos que defender”.
Juan Villoro tiene muy claro los temas de su periodismo y los de su literatura; sabe que van a tener otros escenarios y otros personajes, pero una de ellas sí va a tener mucho que ver con la violencia “porque estamos expuestos a la violencia, las noticias de hoy de la cantidad de torsos mutilados, ante eso es realmente difícil no reaccionar desde la literatura; yo no quiero hacer una novela del narcotráfico, yo quiero crear mundos simbólicos que vivan por sí mismos”.
Esa es su claridad en la literatura, así escribe su cuento para niños “El fuego tiene vitaminas” que es la historia de un dragón que viene a México buscando chile; y planea otra novela que se ubica entre Berlín y el mundo maya; mientras, afronta la crónica desde su “contrato con la libertad y la realidad que me consta”.
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