Kansas City, E.U.-
Fue un emotivo abrazo, conmovedor. Tras desahogar toda la furia contenida por las innumerables patadas recibidas, Miguel Ponce corrió hasta donde David Cabrera lo esperaba con los ojos vidriosos.
El volante del Tricolor marcó el tanto que valió la corona Sub-23 de la Concacaf (116’), pero sobre todo la que había prometido al compañero que hoy vive horas de amargura. Juego resuelto (2-1) con futbol, agallas y cabeza fría. Pese a estar abajo en el marcador durante casi media hora, los dirigidos por Luis Fernando Tena jamás cayeron en la violencia propuesta por la selección de Honduras. El trofeo y el ensordecedor “¡Sí se pudo!” fueron sus premios.
Marco Fabián despedazó las ilusiones centroamericanas con aquel bombazo que cimbró el Livestrong Sporting Park (75’). El joven hechicero se guardó un truco para la final del preolímpico. Lo sacó de la chistera.
El equipo verde recuperó la confianza perdida a patadas y fallas ante el marco de José Mendoza. El propio atacante parecía contagiado… Hasta que volvió a comprobar que es el alma Tricolor.
Hasta “El Flaco” se emocionó con el zapatazo. Apretó los puños, levantó los brazos, desahogó la frustración acumulada por la incapacidad de abrir el candado blanquiazul.
Los hondureños complicaron la tarea mexicana gracias a su fuerza en el juego aéreo y faltas, muchas. Alan Pulido y Ponce fueron los principales “clientes” de los centroamericanos, para quienes el futbol rudo no fue recurso, sino método.
Lograron desesperar a los tricolores más habilidosos. Fabián intentó cargar con el equipo desde el silbatazo inicial del guatemalteco Walter López. El zaguero Wilmer Crisanto calmó su ímpetu con la enésima infracción de la noche.
Luis Fernando Suárez se resistía a otra exhibición del genio tapatío. Sus futbolistas lo derribaron cuantas veces fue necesario. El problema es que Marco es de esos jugadores que aprovechan cualquier resquicio. La única vez que no lo marcaron valió el 1-1.
Premio a un equipo que pagó caro su mayor desconcentración. Jorge Enríquez e Hiram Mier fueron superados por Romell Quito. El gigante catracho fusiló a Antonio Rodríguez con su cabezazo (47’). Inició el sufrimiento que terminó con el quinto tanto de Fabián, máximo romperredes junto con Pulido.
Lo de los tiempos extra fue ansiedad por un dominio no reflejado en el marcador. “El Pocho” lo fulminó con el sutil toque que desató la fiesta. Néstor Araujo y Fabián cargaron a Cabrera hacia la zona de premiación. Campeonato dedicado al chico que vive una tragedia.
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